Para la mayoría ya era un éxito que veinte años después España hubiese colocado una embarcación tan simbólico como el K4 en la final de unos Juegos Olímpicos. Pero Hernánz, Carrera, Germade y Peña -sus cuatro integrantes- no se conformaban como estar, con asistir de cerca al previsible festival de los alemanes. Su misión era otra. En una edición de los Juegos especialmente positiva para el piragüismo español soñaban con emular a Marcus Cooper, su compañero de entrenamientos durante este periodo, y protagonizar otra de las grandes sorpresas vividas estos días en Río.

No pudo ser porque el bote de los españoles aceleró demasiado tarde y la remontada se quedó a medias. Les valió para ascender a la quinta posición -a un dedo de arrebatar a los australianos el cuarto puesto- pero no lo suficiente como para meterse en la pelea por el podio con la que soñaban, aunque con la boca pequeña hablasen de alcanzar el quinto puesto. Los españoles habían decidido resguardarse en el primer tramo de la final de 1.000 metros con la intención de subir en el tramo final y comerse a aquellos barcos que llevados por la ansiedad imprimiesen un ritmo de salida demasiado intenso. El viento en contra, fuerte toda la mañana en el campo de regatas y que ya había tenido su incidencia en algunas de las finales disputadas con anterioridad, les invitó a pensar en guardar un poco más de la cuenta para los últimos 250 metros.

Por eso de salida el barco se instaló en la séptima posición, algo alejados de alemanes, eslovacos y checos que marcaron la pauta en la regata desde las primeras paladas. Las posiciones se mantuvieron mientras las medallas se iban cociendo. En el último tramo Hernánz, el hombre que marca la pauta en el bote, marcó la subida en el ritmo de palada y el K4 español fue acercándose a los rivales que iban por delante. Escaló hasta la quinta posición y estuvo a punto de finalizar en cuarta (apenas unas centésimas le separó de los australianos, que fueron uno de los equipos que se desfondaron en el tramo final). El podio quedó algo lejos. Los alemanes juegan en otra división, pero la distancia con eslovacos y checos fue de poco más de un segundo.Eso dejó a los gallegos y sus compañeros de barco con la duda de qué hubiera pasado en el supuesto de qué hubiesen medido un poco más su progresión en la carrera.