Desde que el neozelandés Peter Snell lo lograse en 1964 nadie había repetido oro olímpico en una prueba tan compleja como los 800 metros. Lo logró ayer David Rudisha, uno de los más grandes atletas de todos los tiempos, que volvió a iluminar un estadio olímpico con la zancada más elegante y poderosa que se puede ver en el mediofondo mundial. Un ejercicio de plasticidad y eficacia, inalcanzable para el resto, que finalizó con un tiempo más propio de un mitin europeo que de una final olímpica. Pero Rudisha es así. Los aficionados aún se frotan los ojos con su recital de hace cuatro años en Londres cuando tomó la cabeza en la primera curva y desatado por completo no se detuvo hasta que cruzó la línea de meta con nuevo récord del mundo incluido.

Salvando las distancias, la carrera de Río tuvo algo que ver con aqella. El plan de Rudisha era exactamente el mismo. Solo se lo alteró un agitador insconsciente llamado Alfred Kipketer que en su primera gran experiencia olímpica (solo tiene 19 años) corrió con la inconsciencia de la adolescencia. Se negó a cederle la cabeza a Rudisha (lo que hubiera sido más inteligente para pegarse a sus talones). Ese tren llevaba al podio, pero el joven keniano no lo quiso ver. Salió disparado y pasó por el 400 con un tiempo deslumbrante de 49 segundos. Un suicidio en toda regla. Rudisha le seguía a cinco metros, tranquilo, consciente de la velocidad de crucero que debía aplicar. Kipketer resistió el segundo intento de adelantamiento del campeón olímpico, pero en la contrarrecta ya no pudo hacer nada. Rudisha le adelantó como un avión y enfiló hacia la meta abriendo cada vez más la zancada y estirando la ventaja con el resto de atletas que se centraron en la pelea por la segunda plaza.

Rudisha, sin aflojar un metro, avanzó majestuoso por la recta para detener el crono en 1:42.15, seguido del actual campeón de 1.500, Taoufik Makhloufi, que batió el récord de Argelia con 1:42.61, y del estadounidense Clayton Murphy, que hizo récord personal con 1:42.93. Ellos siguieron (o lo intentaron) el tren que llevaba el podio. Kipketer quiso ponerse en mitad de la vía y acabó arrollado. Enseñanzas que dejan las derrotas.