En 200 metros, los últimos en los que remaba Teresa Portela en los Juegos de Río, se esfumó su esperanza de una medalla olímpica. Acabó sexta en la que era su quinta participación olímpica. Se quedó sin el premio que llevaba buscando, sin descanso, durante muchos años de esfuerzo y dedicación.

Su sexta plaza no le deja, sin embargo, una sensación de rabia como le dejó la cuarta plaza lograda en los Juegos de Londres de 2012, en los que acabó cuarta, a dos centésimas del bronce. Ayer acabó "feliz", satisfecha. Su medalla era haber llegado hasta allí. Haberlo dado todo por perseguir un sueño que, por desgracia, ya es inalcanzable. Pero si hay algo peor que fallar en el intento de lograr algo, es no intentarlo, no haber luchado lo suficiente por conseguirlo, y la canguesa ayer lo luchó hasta el límite de sus fuerzas.

Llegaba Teresa Portela a la final después de haber realizado una competición inmaculada el día anterior. Tercera en su primera eliminatoria de calificación y segunda, por detrás de la gran favorita Lisa Carrington, en la semifinal.

Las sensaciones eran inmejorables. Teresa Portela estaba animada, con ganas de ir a "por todas". Durante los meses previos a la cita olímpica se mostró cauta sobre sus opciones. Tras la semifinal se vio capaz de todo, de lograr ese metal olímpico que hasta ahora se le ha resistido. Han sido cinco finales olímpicas para Portela y cinco diplomas. Faltaba la medalla.

Toda Galicia, toda Cangas, todo Aldán remaba con Teresa ayer. Todo el mundo soñaba con que la canguesa ingresase por fin en el selecto grupo de medallistas olímpicas. Ya lo es en el corazón de todos. Aunque no pueda traerse colgada la medalla al cuello.

Avisaba Carlos Pérez, campeón olímpico en Pekín y gran amigo de Portela, que en el 200 metros cualquier cosa podía pasar, desde alcanzar la gloria hasta quedarse sin nada. Y así fue. Ella, llamada a vivir ayer un día glorioso, se quedó sin el premio por el que tanto había luchado.

Teresa Portela entró ayer en el agua de la Lagoa Rodrigo de Freitas dispuesta a completar una regata de la que sentirse orgullosa. Remaba en la calle 7. Pero desde la primera palada las sensaciones no fueron buenas. Ya desde el inicio la canguesa remó rezagada de las primeras posiciones y no tuvo opción de reacción.

Poco a poco las favoritas tomaban ventaja y ella trataba de no descolgarse tras una salida discreta. Ya en Londres, una mala salida en la final, la había dejado sin opciones de medalla. Ayer volvió a pasar lo mismo.

A sus 34 años, y con la experiencia de cuatro citas olímpicas anteriores, Portela era consciente de que la final estaba muy igualada y que tendría que salir todo a la perfección para poder subirse al podio. Pero no pudo ser. Paró el crono en 41.053, un tiempo sensiblemente peor al realizado en la semifinal, en el que logró el pase con el tercer mejor registro de las aspirantes.

La neozelandesa Lisa Carrington, invicta desde que ganó el oro en Londres 2012, no perdonó y sumó un nuevo título olímpico en K1 200. Carrington, de 27 años y campeona mundial en 2013, 2014 y 2015, completó los 200 metros en la Lagoa Rodrigo de Freitas con un tiempo de 39.864 y prácticamente no le dio opción a ninguna de sus competidoras.

La neozelandesa también está clasificada para disputar la prueba de K1 500 metros, de la que es la actual campeona mundial y en la que también tiene grandes opciones de medalla.

La plata se la colgó la polaca Marta Walczykiewicz, subcampeona mundial en 2015, con un tiempo de 40.279, y el bronce Inna Osipeko Rodomska, palista de Azerbaidján, cuarta en el Mundial del año pasado y que este año había conseguido dos platas en pruebas de la Copa del Mundo, con 40.401.

Portela llegaba a Río después de lograr la tercera plaza en el Mundial del año pasado en Duisburgo, un bronce que le llegaba solo 17 meses después de dar a luz a su pequeña Naira, hija del ex palista olímpico David Mascato.

Después de dar a luz pensaba Portela que su carrera había llegado a su fin. Todo eran dudas cuando decidió volver a subirse a a la piragua, pero poco a poco su cuerpo volvió a recuperar sensaciones. Realizó un esfuerzo inmenso diario para compaginar su nuevo rol de madre con el de deportista de élite. Pero su pequeña Naira fue el gran motor de su nueva etapa sobre la piragua. Ayer fue sexta. Regresa sin medallas después de cinco Juegos Olímpicos, pero para Portela lo que ha logrado es un hito. "Ante todo, soy madre", subraya. La gloria la espera al llegar a casa.