Nervios y tensión al máximo hasta casi el final. Los atletas que comparten el día a día con Javier Gómez Noya en el Centro Galego de Tecnificación Deportiva vivieron con el corazón en un puño la cita olímpica. La cafetería que sirve como punto de encuentro de empleados y usuarios de esas instalaciones vibró ayer con la la actuación de este pontevedrés de adopción. Una emoción que impidió que la veintena de fieles seguidores que se congregaron en este establecimiento apartaron la mirada de la televisión ni un solo momento.

"Aquí lo vamos a pasar mal hasta el final". El desarrollo de la prueba desde la transición de la bicicleta a la carrera a pie desató por momento la euforia en este bar Don José en el que tantas veces se ha hablado de los Juegos de Londres y de la posibilidad de que "Javi" se colgase al fin una medalla olímpica para sacarse la espina de lo ocurrido en Pekín hace cuatro años. Las imágenes en las que se le veía entre los hermanos Brownlee daban pie a que el metal fuese de cualquier color.

Ya nadie se conformaba aquí con un bronce y ni siquiera la plata. "¡Qué grande, qué grande, vamos que tú puedes!". Los ánimos se dirigían hacia una pantalla en la que la concentrada expresión de Gómez Noya frente a una exhausta cara de los británicos hacía pensar en que en la última vuelta la reserva de fuerzas del gallego daría sus frutos para subirse a lo más alto.

Los aplausos y gritos de alegría se hicieron más fuertes cuando el pequeño de los Brownlee, Jonathan, se descolgaba y dejaba en la lucha por el triunfo a Gómez Noya y Alistair. El trío de favoritos se reducía a una pugna entre dos laureados triatletas cuando quedaba apenas medio recorrido. Pero esa felicidad se fue esfumando en la cafetería pontevedresa al constatar que el corredor británico estaba más fuerte en estos últimos compases. Las últimas imágenes ya mostraban una respetable distancia entre el primer y el segundo, para lamento de sus seguidores. "Al final se queda, se queda", expresaban con cara de decepción.

Un revés momentáneo que rápidamente cayó en el olvido. La entrada de Gómez Noya en la meta fue celebrada por todo lo alto. La emoción de ver a uno de los suyos en el podio de Londres dejó atrás la pena de lo que pudo haber sido un oro olímpico. Ahora, como ya ocurrió en los anteriores éxitos de Gómez Noya, los seguidores de su ciudad de acogida ya estarán preparando un caluroso recibimiento.