Inglaterra recibió ayer una puñalada directa al corazón. Paula Radcliffe, una de sus grandes debilidades, anunció que no podrá disputar la maratón a causa de la osteoartritis que ha martirizado sus últimos meses de entrenamientos y que al final la han conducido a tomar la decisión más dolorosa de su carrera deportiva. Ya nunca podrá cumplir su sueño olímpico el que esperaba cumplir en su tierra, en Londres, con decenas de miles de personas empujándola desde las aceras con sus ánimos. A sus 38 años era el final perfecto a una carrera tan extraordinaria como generosa. Esa motivación la llevó incluso a apartarse de su familia durante meses para mejorar su preparación, para sentirse capaz de correr como nunca. Pero tanto esfuerzo la reencontró con las lesiones que tantos problemas le han generado en su carrera. Y ayer, tras días de rumores y de medias verdades, emitió un comunicado en el que admitía que no está en condiciones de competir.

Los Juegos Olímpicos nunca han querido a Paula Radcliffe. La fondista de Northwich se une así a la ilustre lista de atletas británicos a quienes siempre se les negó el oro olímpico. Roger Bannister, Ron Clarke, Henry Rono, Mike Boit o Steve Cram se estrellaron contra ese muro y en sus gloriosas carreras siempre quedó un espacio vacío.

El cuarto puesto en los 10.000 metros de Sydney fue lo más cerca que estará nunca del podio olímpico. Cansada de estrellarse contra atletas con mejor final que se aprovechaban de su esfuerzo tan generoso como inútil Radcliffe saltó al maratón. No cambió su estilo. Siempre delante, cara al viento, sin nadie que le impusiese un ritmo determinado. Llegaron los triunfos y las marcas deslumbrantes. En 2003 en Londres llevó el récord del mundo ligeramente por encima de los 2:15 un tiempo más cercano a las pruebas masculinas. Ninguna atleta estaba en condiciones de sostener su tren durante tanto tiempo. La gloria le esperaba en los Juegos de Atenas de 2004.

Pero en Grecia comenzó su leyenda negra con los Juegos Olímpicos. Dos semanas antes de la prueba Radcliffe se lesionó y tuvo que tomar antiinflamatorios de forma constante. El día de la carrera, bajo un calor de justicia, los pinchazos en el estómago la obligaron a sentarse en la cuneta de la carretera. Los medicamentos la habían destrozado y a menos de diez kilómetros para el final, cuando estaba en condiciones de pelear por casi todo, se paró y terminó llorando en la cuneta abrazada a una de las jueces. Con 30 años sentía que se le había escapado una gran oportunidad.

Pero no desistió. Continuó su camino en busca de ese sueño pero cuatro años después, antes de llegar a la cita de Pekín, sufrió una fractura por estrés que puso en duda su concurso hasta el último momento. Forzó al máximo los tiempos de recuperación y apareció puntual a la cita. Pero su estado no era el ideal para competir y más con las condiciones de calor y humedad que se dieron en la capital china. Mediada la carrera Paula Radcliffe comenzó a vivir un verdadero calvario, pero no se resignó. Insistió en terminar la carrera y regaló un ejemplo muy hermoso al mundo. Una leyenda como ella, la mujer que ha corrido más rápido el maratón, terminó en el puesto 23 completamente destrozada. Los brazos de Gary Lough, su marido, la esperaban en el Nido del Pájaro para reconfortarla de tanto sufrimiento. Los analistas avisaron de que aquella había sido su última oportunidad.

Pero la chica de oro del atletismo británico tampoco se dio por vencida. Pensó que tal vez los Juegos le guardaran lo mejor para el final, la medalla de oro en su propia casa, en Londres. 38 años tendría por entonces, pero no le importó. En este tiempo coleccionó triunfos en diferentes carreras y aunque sus marcas no estaban al nivel de 2002 o 2003, lo que realmente le preocupaba eran sus continuos problemas físicos y la peligrosa proliferación de atletas africanas y asiáticas capaces de correr muy rápido los últimos kilómetros si no era capaz de desgastarlas antes. Para lo primero aumentó los cuidados de su maltrecho y para lo segundo tomó una decisión especialmente dolorosa. Se alejó de su familia.

Último intento

Durante el último tramo de la preparación olímpica Paula Radcliffe dejó en Londres a su marido Gary Lough y a sus dos hijos y se marchó a entrenarse a Kenia, al altiplano, junto a Mary Keitany, la que en principio era su gran rival en los Juegos. Una forma de mejorar, pero también de extremar la vigilancia. La británica reconoció que esa era una de las decisiones más complicadas de su vida, que estar lejos de sus niños durante dos meses suponía una tragedia para ella, pero que si quería ser campeona olímpica no tenía otra elección. De allí cuentan que volvió como nunca. No había muchos datos pero a Radcliffe se la veía confiada: "Estoy en la mejor forma de mi vida" había dicho cargada de razón.

Pero hace varias semanas se produjo una osteoartritis que la obligó a parar. Buscó el consejo de los mejores especialistas del mundo. Voló por Europa persiguiendo un remedio para aquel problema que ponía en riesgo su participación en los Juegos Olímpicos. Pero no había manera. Durante las últimas semanas, ante la ausencia de noticias sobre ella, se dispararon los rumores sobre su participación en los Juegos. Su entorno la protegió al máximo, pero al final no hubo otra salida que admitir lo inevitable. Paula Radcliffe no estará en la salida del maratón. Su sueño de colgarse un oro desaparece de golpe. Era la última oportunidad. Todo el cariño que le da su legión de admiradores –los miles que esperaban llevarla en volandas por las calles de Londres–, se lo niegan los Juegos Olímpicos. Inglaterra llora la que posiblemente sea su pérdida más dolorosa.