Una obra fenomenal frente a un truño espectacular. Dos formas de hacer televisión. Dos maneras de entender el entretenimiento. La catedral del mar frente a Supervivientes. La noche y el día. La luz y la tiniebla. La primera en Antena 3, la segunda en Telecinco.

La inteligencia, el arte, la creación y el esfuerzo, la belleza y la noble emoción frente a lo chabacano, lo vulgar, la simpleza y lo primario, lo grotesco y lo turbio. Ambos productos enfrentados la noche del miércoles, el primero dignificando la televisión como medio de entretenimiento, el segundo arrastrándola por el fango de la infamia y la degradación.

La catedral del mar - Barcelona, siglo XIV, basada en la novela de Ildefonso Falcones, serie dirigida por Jordi Frades, con Aitor Luna, Michelle Jener, Ginés García Millán, o Josep María Pou, cuenta la construcción de Santa María del Mar en paralelo a las penurias de la familia de Arnau Estanyol, que simboliza al resto de miserables de una época tan oscura para pobres y mujeres -.

La catedral del mar representa el talento. Supervivientes, la entronización de la necedad y el triunfo de lo mediocre como valor. Desde el primer capítulo - se agradece la sensatez de los 50 minutos de duración, tiempo que debería de generalizarse - se nota el mimo, la fotografía cuidadísima, la construcción ambiental de una época sucia, tenebrosa, la producción a lo grande que parece huir, al menos de forma evidente, del exceso de cartón piedra, de forma que La catedral del mar hay que enmarcarla en la misma carpeta de series como Vis a vis, La casa de papel o la más reciente, explosiva y adictiva Fariña. La catedral del mar es eso, una catedral que se alza en Antena 3 al trabajo bien hecho. Supervivientes, una catedral al mal gusto.