Acabo de ver el documental ‘Black is black’, dedicado a la trayectoria de Los Bravos, y sigo absorto, como si hubiese asistido a una de las ficciones más sofisticadas, con suspense, héroes y villanos, comedia y drama con algún toque de tragedia, e incluso alguna que otra sentencia final de esa que te deja con la piel de gallina.

Me ha alegrado enfrentarme a ‘Black is black’ no sabiendo más que lo básico. Desconociendo caso todo. E incluso borrando de la mente lo ya sabido durante un rato para disfrutar más del viaje. Y lo he disfrutado como una experiencia inédita. Los Bravos tuvieron dos almas. El que dio la cara, Mike Kennedy, y el promotor en la sombra, Alain Milhaud.

Ambos se muestran sinceros a más no poder ante las cámaras. Lo que unido a la labor de edición y montaje trepidante por parte de los directores Fran Parra y Álex Riesgo, con otra treintena de personajes que aportan testimonios interesantísimos por verosímiles y sentidos, arrojan como resultado una hora de relato ante la que es imposible ni siquiera pestañear. En la última semana he visto otros dos documentales.

La verdad sobre el ‘caso Mendoza’ , con un tempo diametralmente opuesto al empleado en este trabajo al que aludimos, en el que un Eduardo Mendoza convertido en narrador, calmo, reflexivo y un tanto pomposo, como él mismo reconoce, relata su vida hasta el año 1973.

Y ‘Sanz. Lo que fui es lo que soy’, producido por Mediaset y La Zanfoña, del que temía que fuese poco más que un concierto filmado (el del 20 aniversario de Más) pero me dio el ciento por uno, radiografiando al mito que retrata. A veces emocionando a base de verdad. Tanto ‘Black is black’ pertenecen a la serie ‘Imprescindibles’. Y ambos son caviar televisivo. Está claro que el género documental, cuando está bien resuelto, logra hacerme vibrar más que la mayoría de las ficciones.