No ha sido tratada con la justicia que se merecía por la crítica y el público estadounidense, que se han visto superados por el análisis demoledor que lleva a cabo de la clase media, y salta a la vista que se hacía acreedora a una mejor suerte al respecto, puesto que tiene momentos tan intensos como duros y sinceros y pone sobre la mesa cuestiones tan terribles como bien pertrechadas.

Es la cuarta película del director israelí Oren Moverman, tras The Messenger, Rampart e Invisibles y supone la adaptación a la pantalla de la novela de Herman Koch, traducida a 50 idiomas, efectuada por el propio director.

Su mayor defecto, que no resta todo el considerable valor de la cinta, es la resolución estética que ha empleado Moverman, que denota una sintaxis no todo lo eficaz y brillante que sería de desear.

Mucho mejor es, en cambio, el trasvase de escenario que ha efectuado, trasladando la Holanda del original a Norteamérica. La trama se desarrolla a lo largo de la cena que celebran en un restaurante de lujo un congresista, Stan Lohman, que además es el que ha tomado la iniciativa, y su hermano Paul, un profesor de historia, con sus respectivas mujeres, Katelyn y Claire. El motivo es que todos ellos viven unos momentos especialmente difíciles como consecuencia de un trágico suceso en el que están involucrados los dos hijos adolescentes de ambos y que ha costado la vida a una indigente.

La cena se plantea, aunque el tema gastronómico no tiene un peso específico en ningún instante, como una ceremoniosa sucesión de muy elaborados platos que confieren a lo que vemos una estructura equiparable a un relato por capítulos que se vale a menudo de las vueltas atrás para poner al espectador al tanto de los precedentes y de los orígenes de lo que se debate. Tanto es así que ´La cena´ se erige en una descripción meticulosa y terrible de una familia desestructurada en la que intervienen factores psicológicos y genéticos que desvelan cuestiones ciertamente oscuras que ponen a prueba la dignidad humana y política del congresista.