Os sentís poderosos porque matáis, pero vuestras víctimas son hombres, mujeres y niños indefensos, ¡cobardes!

Os consideráis mártires porque afirmáis actuar en nombre de Dios, pero Dios condena vuestros actos, ¡blasfemos!

Os creéis invulnerables porque no tenéis ni patria ni bandera, pero tampoco la justicia se detiene ante las fronteras, ¡necios!

Podéis atropellarnos, pero nunca nos doblegaréis. Porque cada una de vuestras víctimas vive en todos nosotros. Cada voz que creéis silenciar es alzada por millones de voces nuevas. Porque nuestras convicciones son más sólidas que vuestro fanatismo. Pero, sobre todo, porque nuestro amor es, si cabe, mayor que vuestro odio.

No sois más que unos miserables y deleznables asesinos.