Tras largos años, este verano he vuelto a Galicia para reencontrarme con su mar, sus gentes, su gastronomía y para realizar una tarea pendiente desde siempre, visitar las Islas Cíes, esa clase de paraíso natural que tan poco abunda hoy en día.

Sé que, desde hace 43 años, hay un campamento de trabajo en el que gente comprometida con el medio ambiente, jóvenes biólogos en su mayoría, tratan de conservarlo como un tesoro. Lo limpian, lo estudian y lo miman con esmero. Como se merece.

Te lo venden como tal y te avisan de la ausencia de papeleras para que te traigas tu basura. De que no cojas conchas ni arena de recuerdo para no denostar el paisaje y que, en definitiva, alteres el medio lo menos posible para que no se note tu presencia.

Yo tenía entendido que el número de visitantes por día era bastante reducido para su buena conservación, por motivos obvios. El trasiego en el puerto me desconcertó un poco por la afluencia de público, pero pensé que habría excursiones a otros sitios como Ons, A Toxa, etc...

Nuestro barco estaba lleno, como todos. Arriba y abajo. Pero yo, sentada en cubierta y con la brisa en la cara, me iba imaginando llegar a un restaurante bonito, con manteles de tela de colores donde poder degustar un buen marisco y un alvariño bien frío servido por amables camareros mientras disfrutamos de las maravillosas vistas.

Tuvimos que esperar para poder atracar en el minúsculo embarcadero preparado para recibir a los barcos de uno en uno.

Lo que vi fue desolador. Habría un par o más de miles de personas. Seguimos por un camino de madera que conducía a una especie de chiringuito restaurante desordenado, sucio y ultramasificado donde esperaban colas kilométricas para todo. Pronto descubrí que la única aventura que iba a encontrar allí era la de ir al servicio -tras media hora de espera, sin papel higiénico, sin jabón, con secamanos estropeados y con los suelos encharcados por todo tipo de líquidos, por no mencionar el de "caballeros" que estos usaban con las puertas abiertas sin ningún reparo-.

Para pedir bebida, coooola. Para un bocadillo, cooooola. Para comer, coooola. Gente portando su propia bandeja deambulando para coger sitio en mesas corridas, donde todo el mundo se sentaba a modo de las cárceles de las películas (¿estaré en Alcatraz?). Nos faltaba el mono naranja. Claro que a estos no les cobrarían por un esquelético muslo de pollo, sin patatas ni ensalada, y un refresco 14 euros como al pobre viejecillo que teníamos delante de nosotros para pagar.

Al fin cogimos una mesa en la terraza. ¡Tamaño privilegio! Desde allí, cómodamente sentados junto a los contenedores de basura del chiringuito, divisábamos cómo iba llegando un barco tras otro y miles de personas se hacinaban en el muelle -al mediodía habría ya unas 5.000-. Exentos de camareros, a cada cosa que tomábamos, cola que te crió y así siete horas de pesadilla.

Latas y bolsas de patatas volaban por los aires aterrizando libres en la playa o el mar. Gaviotas que graznaban estresadas y desafiantes entre el horrísono griterío de la gente. Pensé en Hitchcock. Bahía Bodegas.

Después de comer entre niños llorando y gente literalmente encima de nosotros, bolsas, neveras y carritos de bebé, hacíamos tiempo para que esa pesadilla acabara. Le pregunté a un joven que recogía las mesas que si esto era así todos los días, a lo que me respondió, "no me lo mencione usted porque me pongo enfermo. Soy gallego y ecologista pero si pudiera quemaba la isla y se acabó el asunto".

Sobre las cinco de la tarde habría unas 8.000 o 10.000 personas y las pasarelas del puerto se asemejaban ya a las colas de los porteadores de Ceuta o Melilla.

Al fin pudimos coger el ansiado barco de vuelta. Como este era nuestro último día de vacaciones no nos queríamos ir con este mal sabor de boca y nos buscamos otro hotel en A Guarda donde relajarnos y olvidar lo allí vivido.

¿Quién es el culpable de permitir este horror?, ¿la Xunta?, ¿el Gobierno? Debe de dejar pingües beneficios para que esto se permita. Solo espero que se tomen medidas drásticas para que esto acabe. Me pregunto si lo de "ecosistema" no será por ecología sino por economía.