Las dos Coreas encaran hoy su primera cumbre en once años, después de las dos reuniones infructuosas al más alto nivel de 2000 y 2007, de las que no salió un alivio de la tensión en la península ni un avance en el desmantelamiento de los programas armamentísticos de la dictadura comunista.

El objetivo primordial del encuentro, histórico y milimetrado, entre el líder norcoreano, Kim Jong-un, y el presidente del Sur, Moon Jae-in, es plasmar en compromisos y acciones concretas la voluntad de desnuclearizarse que ha avanzado Pyongyang.

Un objetivo del que a su vez depende el éxito de la reunión, no menos histórica, que mantendrán a primeros de junio Kim y Donald Trump y que, según el magnate, feliz ayer por la confirmación del "halcón" Mike Pompeo como secretario de Estado, "incluso podría no tener lugar".

El formato que adoptará hoy la declaración conjunta de los mandatarios coreanos del Norte y el Sur está aún por definirse y dependerá del grado de acuerdo entre ambas partes, según explicó un portavoz de la oficina presidencial de Seúl. La misma fuente añadió que, de conseguirse un pacto para la "completa desnuclearización del Norte", se trataría de un logro significativo y de una "buena base" para la reunión posterior entre Kim y Trump.

Lo que ya se conocía ayer son algunos detalles de una cumbre que ha sido planificada al milímetro y que se celebrará en el área de seguridad común, próxima a la aldea surcoreana de Panmunjom.

La jornada arrancó a las 9.30 hora local surcoreana (1.30 de la pasada madrugada en la España peninsular), cuando Kim cruce a pie la línea de demarcación militar que divide las dos Coreas. Un gesto trascendental: será el primero de los Kim que técnicamente pisa suelo del Sur desde el final de la guerra (1950-1953).

Arrancará así una cumbre coreografiada hasta el más mínimo detalle. Tras una reunión matinal y otra vespertina, los dos líderes firmarán un acuerdo y harán un anuncio. Y hasta el último momento no se sabrá si Kim y Moon leerán algún tipo de declaración conjunta o si incluso se ofrecerían a contestar a preguntas de los periodistas, lo que sería inaudito en el caso de un miembro de la dinastía comunista.

Cada detalle ha sido medido al milímetro. Y literalmente, en el caso el de la mesa que se empleará en la sala de reunión. El mueble es ovalado para reducir entre los participantes "la distancia psicológica" que genera la división de la península y en su parte central mide exactamente 2.018 milímetros de ancho para simbolizar el año de la histórica cita.

Entre las últimas incógnitas por despejar está la de si la primera dama norcoreana, Ri Sol-ju, hará acto de presencia en la cumbre. El jefe de Gabinete de Moon, Im Jong-seok, dijo hoy que Seúl "espera" que Ri pueda estar en la cena y en la despedida.