El presidente de EE UU, Donald Trump, nombró ayer a su tercer consejero de Seguridad Nacional en catorce meses. Trump se deshizo del prudente general H. R. McMaster, con el que nunca se entendió, y lo reemplazó por un halcón rescatado de los años más duros de la era Bush, John Bolton.

El cese de McMaster llega nueve días después de la caída del secretario de Estado, Rex Tillerson, y de su reemplazo por otro duro, el hasta ahora director de la CIA, Mike Pompeo. Tillerson formaba junto a McMaster y al secretario de Defensa, general James Mattis, un eje "razonable" en la política exterior de Trump. Ahora todos los ojos miran al Pentágono para saber si la posición de Mattis sigue siendo firme tras los nuevos cambios, que se suman, entre otros, al del asesor económico, Gary Cohn, caído por su oposición a la "guerra de los aranceles" iniciada por Trump semanas atrás.

Que McMaster -defensor del pacto con Irán, y de la combinación del rearme y las sanciones con la diplomacia en el caso coreano- tenía los días contados era sabido. De hecho, tanto él como Tillerson habían sido desautorizados recientemente en público por Trump por su falta de "dureza".

Sin embargo, ha sorprendido el recurso a Bolton, que en los inicios de la era Bush fue uno de los impulsores de la guerra de Afganistán y la invasión de Irak y, en la actualidad, reclama romper el pacto con Irán y ataques preventivos contra Corea. De hecho, Bolton, bien visto por el antiguo jefe de estrategia de Trump, Steve Bannon, fue examinado como candidato a consejero en febrero, cuando cayó el general Mike Flynn por sus implicaciones en la trama rusa. Sin embargo, fue descartado por "incendiario" en favor del moderado McMaster, respaldado por el grupo "familiar" que encabeza Ivanka, la hija de Trump.

La noticia cogió por sorpresa al propio Bolton, que aseguraba que no se lo esperaba pero "que obviamente supone un gran honor". En este sentido, afirmó que aún se está "acostumbrando" a la nueva situación.