El expresidente francés Nicolas Sarkozy (2007-2012) se lamentó ante los magistrados que lo interrogaron esta semana en París de que su vida transcurre en "el infierno de la calumnia". Sarkozy, de 63 años, fue imputado el jueves por la noche por la financiación con dinero libio de su campaña presidencial de 2007, tras haber declarado durante 26 horas, desde el miércoles por la mañana, en condición de detenido.

El expresidente, que niega los cargos, está acusado de "corrupción pasiva", "financiación ilícita de campaña electoral" y "encubrimiento de fondos públicos libios". Tras el interrogatorio quedó en libertad sin medidas cautelares.

Ante los jueces, según publicó ayer el diario parisino "Le Figaro", Sarkozy negó haber recibido fondos del régimen del coronel Gadafi y se proclamó impulsor del "mandato de la ONU" para la operación de exclusión aérea que contribuyó a la caída del dictador libio en 2011. "Sin mi compromiso político, este régimen probablemente seguiría en el poder", aseveró. El expresidente galo atribuyó las acusaciones que pesan contra él a una campaña de "calumnia" dirigida por miembros del extinto régimen libio y del entorno del fallecido Gadafi, que fue muerto por los rebeldes tras haber sido derrocado.

Sarkozy subrayó ante los jueces que no hay pruebas que demuestren la supuesta financiación ilegal de su campaña y aseguró que él nunca recibió esos fondos. Recalcó además que jamás llegó a reunirse con el empresario Ziad Takieddine, el intermediario que sostiene haber sido él personalmente quien transportó, en tres viajes, cinco millones de euros para entregárselos a los colaboradores de Sarkozy.

El exmandatario hizo hincapié en que Takieddine no ha hecho más que decir "mentiras" para perjudicarle y negó todo el relato que mantiene este supuesto intermediario franco-libanés. "Todas las investigaciones demuestran que nunca he estado cerca del señor Takieddine. Él mismo declaró que nunca le había recibido en el Elíseo", argumentó. Sin embargo, Takieddine, cuyas supuestas entregas se efectuaron antes de que Sarkozy llegase al Elíseo, ha asegurado que en uno de sus viajes se entrevistó con los colaboradores del entonces candidato en una habitación en la que este se hallaba presente.

Mientras Sarkozy desgrana su defensa, los ferroviarios y los funcionarios franceses desafiaron ayer al actual presidente, Emmanuel Macron, con una jornada de movilizaciones contra la reforma de sus respectivos estatutos laborales. Más de 300.000 personas salieron a la calle, 50.000 en París. Esta cifra fue elevada hasta el medio millón de personas por el sindicato CGT, el de más implantación entre los ferroviarios.

Las manifestaciones transcurrieron en general de modo pacífico, salvo en París, Nantes y Burdeos, donde se registraron choques con jóvenes incontrolados. La huelga en los ferrocarriles públicos (SNCF, contra cuya reforma se protesta) fue seguida por un 35% de la plantilla, generando serias interrupciones del servicio. Numerosas facultades universitarias e institutos también cerraron sus puertas.