Donald Trump no desaprovechó ayer la oportunidad de presionar al líder chino, Xi Jinping, sobre los dos asuntos que más le interesan (Corea del Norte y el déficit comercial de Washington con Pekín), pese al idilio que la relación entre ambas superpotencias atraviesa gracias, precisamente, a que el magnate ha optado en su primer año de mandato por orillar las durísimas críticas al gigante asiático que desgranó en la campaña de las presidenciales de 2016.

La cumbre de presidentes quedó marcada por el tono amistoso y por la moderación con que Trump se condujo: de hecho, no hizo referencias al déficit chino en respeto a los Derechos Humanos, como es tradición en cualquier presidente de Estados Unidos.

Xi y Trump sellaron el entendimiento a nivel nacional, pero también personal, en un encuentro que dejó muy claro que ambos pretenden incrementar su colaboración en la resolución de los problemas globales, informa Efe.

"No puede haber un asunto más importante que la relación entre China y EE UU", declaró rotundamente el magnate en la primera de las tres comparecencias que ambos mandatarios tuvieron en una ajetreada jornada celebrada en el Gran Palacio del Pueblo, donde Xi quedó entronizado hace 15 días a la altura de Mao Tse Tung y Deng Xiaoping.

Mientras Trump insistió en que ambas potencias pueden solucionar conjuntamente "los problemas mundiales", Xi recalcó que "para China y EE UU la cooperación es la única opción viable", un proceso además importante "para la paz, la estabilidad y la prosperidad del mundo".

Pero Trump es siempre Trump, y cuando le llegó el turno, no dejó de recordarle a Xi que China está en mejores condiciones que nadie para convencer a su aliado norcoreano de que abandone su carrera nuclear y armamentística. Lo hizo, eso sí, halagando a Pekín: China "puede solucionar fácil y rápidamente" la cuestión, dijo. E invitó al líder chino a trabajar "muy intensamente" en esta dirección, sin dejar de agradecer las últimas sanciones chinas a Pyongyang en el marco de las resoluciones de la ONU.

Xi destacó que Pekín y Washington "están comprometidos" con el objetivo final de la desnuclearización de la península coreana y buscarán una solución con "discusiones pacíficas".

El inquilino de la Casa Blanca mantuvo su tradición de no callarse los temas que le interesan, y dejó bien claro su objetivo de modificar los parámetros del comercio entre EE UU y China, que arroja enormes superávit a favor de la potencia asiática.

Trump se quejó de las políticas restrictivas de Pekín o de cómo obliga a empresas extranjeras a transferir tecnología a su territorio como condición para invertir, pero, rizando el rizo, no culpó de ello a China, sino a "pasadas administraciones" en Washington "que permitieron que el desequilibrio llegara tan lejos".