El presidente de EE UU, Donald Trump, llegó ayer a Corea del Sur, la segunda etapa de su gira asiática, donde fue recibido con división y prodigó declaraciones en apariencia contradictorias, pero que, en general, estuvieron caracterizadas por un tono más discreto que el habitualmente empleado cuando se refiere a la crisis norcoreana. Trump osciló entre mostrar confianza en que se encontrará una solución y amenazar con recurrir a la fuerza militar. Como punto intermedio, aseguró detectar movimientos hacia una salida a la crisis y los atribuyó a la determinación de sus amenazas militares.

Trump, que hoy celebra un año de su victoria en las elecciones presidenciales de 2016, se reunió en Seúl con el presidente surcoreano, Moon Jae-in, tras lo cual dio una rueda de prensa en la que aseguró: "Estamos mostrando una posición muy fuerte y creo que entienden que tenemos un poder militar incomparable".

De donde pasó a: "Creemos que tendría sentido para Corea del Norte que decidieran sentarse a la mesa de negociaciones y sellar un acuerdo. Es cierto que veo cierto movimiento, sí, veremos adónde conduce". El mandatario recordó que EE UU mantiene actualmente en las cercanías de la península coreana un submarino y tres portaaviones de propulsión nuclear, un despliegue rara vez activado por el Pentágono para un solo "teatro operativo" en tiempos de paz. "Espero por Dios que no tengamos que utilizarlos nunca", dijo en referencia a estos activos militares.

De ese modo, volvió a insistir en la idea de que su país está preparado para utilizar "todas sus capacidades militares contra Corea del Norte, si fuera necesario" pero resaltando que aún continúa buscando "todas las soluciones a excepción de la militar".

Este ir y venir entre la amenaza y la esperanza de que se pueda alcanzar un acuerdo quedó plasmado en una frase digna de figurar en una antología de los razonamientos del actual presidente de EE UU: "Vamos a tratar con los principales generales la situación en Corea del Norte. En última instancia, todo se arreglará. Siempre se arregla. Tiene que arreglarse", dijo.

La parte intimidatoria de la actitud de Trump es la que despierta rechazo en los cientos de personas que ayer se citaron en Seúl, entre un gran despliegue policial, para protestar por una retórica en la que ven el peligro de que desate una guerra. Por el contrario, cientos de elementos más conservadores se manifestaron para respaldar la "firmeza" de Trump frente al Norte.