La escalada de tensión en Oriente Medio entre Arabia Saudí e Irán se redobló ayer, tomando como eje Yemen -donde los rebeldes hutíes lanzaron la semana pasada un misil sobre territorio saudí que fue interceptado- y Líbano, cuyo primer ministro, Saad Hariri, anunció su dimisión el pasado sábado desde Arabia alegando el temor a un atentado inspirado por Irán.

El lanzamiento del misil yemení, que según la agencia SABA, controlada por los hutíes, tenía como blanco el aeropuerto internacional "Rey Jaled" de la capital saudí, ha enfurecido a las autoridades saudíes, que han responsabilizado a Irán de su lanzamiento.

En represalia, Riad ha puesto precio a la cabeza del máximo dirigente de los hutíes, Abdel Malik al Hutí, además de acusar a Irán de un "acto flagrante de agresión militar" por suministrar misiles a los hutíes. Como consecuencia, Arabia ha aislado temporalmente a Yemen. Arabia encabeza desde marzo de 2015 una coalición árabe que combate en Yemen a los rebeldes, de confesión chií como Irán, y respalda a las fuerzas leales al presiente Abdo Rabu Mansur Hadi. Estas, a pesar de haber logrado avances, no han conseguido doblegar a los hutíes, que más de dos años después continúan controlando la capital, Saná, y se han mostrado capaces de amenazar la capital saudí con misiles.

El Gobierno iraní, por su parte, calificó de "inadmisibles y provocadoras" las declaraciones saudíes e insistió en que los rebeldes chiíes de ese país actúan de forma "independiente".

Entre tanto, en Arabia Saudí, el libanés Hariri se reunió con el rey Salmán bin Abdulaziz. La dimisión por sorpresa, el pasado sábado, de Hariri, cuando se encontraba de visita en Arabia, ha desatado las especulaciones en Líbano, donde el movimiento chií Hezbolá ha acusado a Riad de estar detrás de esa decisión. En su discurso de renuncia, Hariri criticó "la tutela" que, dijo, ejerce Irán sobre Líbano a través de los milicianos chiíes de Hezbolá.