La gira por Extremo Oriente del presidente de EE UU, Donald Trump, está sacando a la superficie todas las rivalidades cruzadas que se dan cita en la crisis norcoreana. Mientras Trump consumía sus últimas horas en Japón, China expresó su malestar por unas declaraciones en las que el primer ministro nipón, Shinzo Abe, llamaba a Pekín, al igual que a Washington, a jugar un papel más activo en la contención de la escalada de las tensiones.

"Japón pide a Estados Unidos y a China que jueguen un papel más importante en el problema de la península de Corea. Creo que la postura de China es clara y firme. No necesitamos a nadie que nos diga lo que tenemos que hacer", aseveró una portavoz del ministerio chino de Exteriores.

La portavoz defendió que China ha hecho "esfuerzos incansables para promover la desnuclearización y mantener la paz y la estabilidad de la península de Corea" y siempre ha tratado de resolverla de manera pacífica, algo que, añadió, espera que también haga el resto de partes implicadas en el asunto.

Esta última frase se dirigía claramente a Abe, impulsor de un proceso de rearme en el archipiélago nipón, pero sobre a todo a Trump, cuyas proclamas desafiantes no se han visto moderadas por la gira. Por un lado, Trump repitió una idea que lleva aireando desde hace meses: la "era de la paciencia estratégica se ha acabado" con Corea del Norte, tras "veinte años con una postura débil" ante Pyongyang. Por otro, se ha jactado del apoyo militar de EE UU a Japón, al advertir que Japón derribará los misiles norcoreanos que sobrevuelen su territorio "cuando reciba nuevo material militar de EE UU", y destacó que Tokio adquirirá "cantidades masivas" de dicho equipamiento.

Trump hizo estas afirmaciones al ser preguntado por unas declaraciones en las que había criticado que Japón decidiera no interceptar los dos misiles lanzados por Pyongyang por encima de su territorio entre finales de agosto y mediados de septiembre.

La próxima etapa de la gira de Trump será, hoy y mañana, Corea del Sur, que ayer anunció nuevas sanciones unilaterales, aunque simbólicas, contra el Norte en respuesta al desarrollo de su programa nuclear y de misiles.

Seúl aguarda la llegada de Trump entre un aluvión de manifestaciones a favor y en contra del presidente de EE UU. El Gobierno de Corea del Sur solo ha permitido pequeñas concentraciones ante la embajada estadounidense en la céntrica plaza de Gwanghwamun de la capital surcoreana.

"Presidente Trump no tenemos miedo a morir. ¡Ataque Corea del Norte ahora mismo!" o "Mate al hombre cohete Kim Jong-un y bombardee Corea del Norte" rezaban las pancartas de los manifestantes favorables al magnate. Los opuestos a Trump, algo menos numerosos, exhibieron pancartas en las que se podía leer "Zona anti-Trump" o "No a Trump. No a la guerra".