El presidente de EE UU, Donald Trump, decidió ayer calentar la gira asiática que inicia este domingo con el envío a la península coreana de dos bombarderos estratégicos B-1B. La gira, que se prolongará hasta el próximo día 12, le llevará a Japón, Corea del Sur, China, Vietnam y Filipinas. Trump acudirá a las cumbres de la APEC y la ASEAN, en Vietnam y Filipinas respectivamente, y sin duda el centro de muchas de sus conversaciones será, junto con las relaciones económicas de EE UU con Extremo Oriente, la escalada de tensión con Corea del Norte por su programa nuclear.

Aunque en las últimas semanas la tensión se ha atenuado, las continuas pruebas de armas del régimen de Pyongyang, incluyendo un ensayo nuclear el pasado 3 de septiembre, y la retórica beligerante del propio Trump han elevado el nerviosismo regional hasta niveles inéditos desde el fin de la Guerra de Corea (1950-1953). Corea del Sur anunció esta misma semana que considera inminente un nuevo desafío militar norcoreano.

Los dos bombarderos estratégicos han hecho ejercicios conjuntos consecutivos con cazas japoneses y surcoreanos, según informó ayer un comunicado de las Fuerzas Aéreas estadounidenses del Pacífico (PACAF). Los ejercicios fueron denunciados por Pyongyang incluso antes de que el Pentágono los confirmara. El régimen norcoreano los calificó de intento de "amenazar y chantajear" al régimen.

"El frenético esquema de amenazas y chantaje de EE UU, cuyo objetivo es aplastar a nuestra república con armas nucleares, continúa en noviembre tal y como lo hizo en octubre", denunció el Gobierno de Pyongyang en un comunicado oficial.

Corea recordó, además, en su texto que el Pentágono ha movilizado varios portaaviones de propulsión nuclear y sus respectivos grupos de ataque en las cercanías de la península, algo que hasta ahora ha sido muy poco frecuente para el Pentágono, que, sin embargo, tiene una presencia creciente en esas aguas.

La estrategia de tensión con Corea del Norte e Irán no amaina, sin embargo, el frente interior que Trump tiene abierto con la llamada conexión rusa, que investiga una posible colusión con Moscú durante las presidenciales. El fiscal especial que la investiga, el exdirector del FBI Robert Mueller, golpeó el pasado lunes al magnate al conseguir que fueran puestos bajo arresto domiciliario su exjefe de campaña Paul Manafort y uno de sus exsocios, Rick Gates, acusados, entre otros cargos, de conspiración contra EE UU y blanqueo de dinero. Simultáneamente, reveló que un exasesor de política exterior de la campaña republicana de 2016, Georges Papadopoulos, colabora con los investigadores y admite haber mentido sobre sus relaciones con agentes del Kremlin.

Trump, quien sostiene que las investigaciones de Mueller no tienen "nada que ver" con él, intentó ayer marcar distancias con la ofensiva del fiscal especial al asegurar que no recuerda "casi nada" de una reunión mantenida el año pasado con Papadopoulos. "Fue una reunión sin mucha importancia", afirmó el presidente norteamericano en unas breves declaraciones a la prensa.

Tras revelar el lunes Mueller la colaboración de Papadopoulos con su oficina, Trump replicó desdeñosamente que era "un joven voluntario de bajo nivel" que "ha demostrado ser un mentiroso". Estas descalificaciones son desmentidas por fotografías que recogen la presencia de Papadopoulos en reuniones de Trump con la cúpula de su equipo de campaña para las presidenciales de 2016.