La Asamblea General de la ONU pidió ayer, como lleva haciendo desde 1992, el fin del embargo de Estados Unidosa Cuba, aprobando una resolución apoyada por 191 estados miembros, con los únicos votos en contra de EE UU e Israel.

El embargo está en manos del Congreso estadounidense, al que el antecesor de Donald Trump, Barack Obama, pidió sin éxito su derogación. Sin embargo, el Presidente tiene gran capacidad para determinar su grado de aplicación a través de sus poderes ejecutivos.

Hace un año, el texto había salido adelante, por primera vez sin oposición alguna, pues EE UU e Israel decidieron abstenerse, en consonancia con la política de acercamiento a La Habana impulsada por Obama.

El voto de ayer de los Estados Unidos de Trump es, sin embargo, coherente con el "nuevo enfoque" de la política de la Casa Blanca hacia la isla caribeña.

Trump, que apoya la continuidad del embargo, quiere "un mayor énfasis en el impulso de los derechos humanos y la democracia" y condiciona a cambios en esas áreas el fin de las sanciones. La embajadora estadounidense ante la ONU, Nikki Haley, defendió esa postura y calificó la votación de la Asamblea General de "teatro político" impulsado por Cuba.

En respuesta, el canciller cubano, Bruno Rodríguez, se mostró muy crítico con Trump y subrayó que el magnate "no tiene la menor autoridad moral para criticar a Cuba".

Mientras tanto, ayer entró en vigor el primer marco legal que regula las relaciones entre la UE y Cuba. Se trata de un acuerdo provisional de diálogo político y cooperación que marca el fin del aislamiento de La Habana como único país latinoamericano con el que la UE no tenía aún un pacto bilateral.