Sin duda habrá ya quien lo conozca como "el misterio de los ataques acústicos", pero, con o sin título de novela de detectives adolescentes, las supuestas agresiones sónicas sufridas por 16 funcionarios de la embajada de EE UU en La Habana, y por cinco de sus familiares, traen de cabeza a la Casa Blanca.

Entre los agredidos, en algún momento no precisado que podría situarse hacia finales de 2016, se encuentra incluso el máximo responsable de seguridad de la legación, cuya identidad no ha trascendido. Los ataques, que fueron denunciados por primera vez el pasado mes de agosto, han obligado a prestar atención médica a los afectados, quienes se han visto aquejados de lesiones traumáticas en el cerebro. En algunos casos, la afección les ha producido trastornos en la dicción y la memoria. En otros, han tenido pérdidas de capacidad auditiva. Parte de los lesionados ya han sido repatriados a Estados Unidos.

Aunque se desconoce el origen de los supuestos sonidos causantes de los males, lo que está fuera de toda duda es que el secretario de Estado de EE UU, Rex Tillerson, afirmó este pasado fin de semana que, debido al enojoso incidente, Washington está evaluando la posibilidad de cerrar la embajada, que reabrió sus puertas en julio de 2015 tras 54 de ruptura de relaciones diplomáticas entre los dos países vecinos.

Tampoco se duda que la agresión ha de tener algún tipo de relación con el deterioro de las relaciones bilaterales tras la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, que puso fin al "idilio" con el castrismo del presidente Obama.

Por el momento, lo único cierto es que agentes del FBI y de la Policía Montada de Canadá se han desplazado a Cuba para hacer investigaciones sobre el terreno. El asunto fue abordado el pasado viernes en una reunión bilateral de altos funcionarios. Sin embargo, nada en las conclusiones de la cita arrojó luz sobre un misterio que sigue haciendo ruido.