"Vamos a ganar la guerra al terrorismo juntos", anunció ayer, conciliador, el presidente de EE UU, Donald Trump, que hoy se reúne con sus 27 socios de la OTAN para pedirles, además de un gasto en Defensa equivalente al 2% del PIB, que se impliquen como bloque en la coalición antiterrorista que combate al Estado Islámico (EI) sobre el terreno.

Se trata de la misma persona que llegó a decir que la Alianza Atlántica está "obsoleta", pero las circunstancias han cambiado, y con la presión de la "conexión rusa" cercándole y el exiguo balance legislativo atesorado hasta ahora, Trump se ha reinventado como presidente intervencionista. Y ha bajado el tono.

Viene con ánimo de colaborar, pero quiere resultados. Más inversión en la defensa común y que sus socios, que a título individual ya hacen aportaciones de uno u otro tipo al esfuerzo conjunto contra el yihadismo en Siria e Irak, se alisten formalmente en la guerra contra el terror.

Las buenas intenciones se corresponden con la importancia de la cita: se trata de la primera cumbre del magnate con la OTAN, de su primera visita a Europa desde que fue investido presidente de su país y, en resumen, de una oportunidad para buscar la cooperación en vez de provocar un enfrentamiento.

Sobre la cumbre de hoy, además, planea como una sombra el terrible atentado de Mánchester, y es casi seguro que Trump se valdrá del ataque para reclamar a sus aliados que pongan más dinero sobre la mesa para que masacres así no se repitan.

Descartado queda, sin embargo, que la OTAN pueda implicarse en operaciones de combate dentro de la coalición contra el EI. El secretario general, Jens Stoltenberg, dejó ayer claro que "nadie ha pedido" tal cosa y que, además, no es "necesario".

Los 28 líderes enviarán "un fuerte mensaje de unidad y solidaridad", avanzó Stoltenberg, quien confía en que la OTAN se decida a hacer "más en la lucha antiterrorista". Es lo que quiere Trump, pero está por ver en qué tiempos y modalidades le ofrecen sus socios esa cooperación extra que demanda.

El secretario general aliado reconoció ayer el "significativo" aumento del presupuesto para la presencia militar en Europa propuesto por el nuevo inquilino de la Casa Blanca, un 40% nada menos. "Trump ha dado su claro apoyo a la OTAN, y la base es la defensa colectiva. Ha dado su apoyo a nuestras garantías de seguridad", subrayó Stoltenberg.

Así que, con tales incrementos -operados a costa de draconianos recortes en programas sociales-, el presidente de EE UU espera de sus aliados europeos algo más que palabras.

Para "la única cosa que él (Trump) no tiene paciencia" es para cierta "palabrería" de sus socios en la OTAN acerca del aumento del gasto en defensa, explicó recientemente un alto funcionario de la Casa Blanca, bajo condición de anonimato, a un grupo reducido de medios, entre ellos "Efe". "O vemos cambios reales en lo referente a la OTAN o trataremos de formular un modo diferente de hacer las cosas", advirtió la fuente.

Antes de la cumbre aliada, Trump se entrevistará con los presidentes de la Comisión y el Consejo europeos, Jean-Claude Juncker y Donald Tusk, respectivamente.

Celebradas ambas citas, y después de descubrir un pedazo del Muro de Berlín y homenajear a las víctimas del 11-S neoyorquino, partirá hacia la ciudad siciliana de Taormina para asistir a la cumbre del G-7.