El presidente de Brasil, Michel Temer, reafirmó ayer que no renunciará, aunque sea imputado por corrupción y obstrucción a la Justicia por el Supremo, porque si lo hiciese, esto sería interpretado como "una declaración de culpa". "Si quieren, que me derriben", manifestó el mandatario en una entrevista con el diario "Folha de Sao Paulo". La investigación del Supremo contra Temer sigue a las confesiones de varios ejecutivos de una multinacional cárnica, que admitieron haber sobornado a más de 1.800 políticos de 28 partidos.