Los ciudadanos turcos estaban llamados a las urnas para decir "si" o "no" a una reforma constitucional de 18 puntos que establece en Turquía un sistema presidencialista de amplios poderes en sustitución del actual modelo parlamentario.

El principal cambio que plantea la reforma constitucional es la supresión de la figura de primer ministro para la instauración de un sistema presidencial en el que el presidente es a la vez jefe de Estado y de Gobierno. Además, Erdogan tendrá la posibilidad de gobernar hasta 2029, dado que la nueva Constitución no se aplicaría hasta los próximos comicios en 2019 y tendría opción a dos mandatos.

Entre las nuevas competencias que tendrá el nuevo presidente figurará la designación y destitución de altos cargos sin necesidad del visto bueno parlamentario, además de la potestad de emitir decretos con fuerza de ley sobre distintas cuestiones sociales, económicas e incluso políticas.

Además, y rompiendo con la tradición constitucional hasta la fecha, el presidente podrá ser miembro e incluso líder de un partido político. Para poder convertirse en jefe de Estado en agosto de 2014, Erdogan renunció a ser miembro del AKP, si bien nunca ha dejado de ser el punto de referencia del partido y una figura onmipresente.

Pero quizá, el apartado que más preocupa a los grupos de defensa de los Derechos Humanos es el relativo al creciente poder que el presidente tendrá sobre el sistema judicial, algo que ya habían venido denunciando en los últimos años y que se agudizó a raíz de la intentona golpista, con la purga de numerosos magistrados.

Erdogan podrá designar a más integrantes del Alto Consejo de Jueces y Fiscales (HSYK, por sus siglas en turco), el órgano que regula la profesión judicial en el país y asigna los puestos, y del Tribunal Constitucional, encargado de interpretar la Carta Magna y juzgar los delitos cometidos por altos cargos.

¿Qué consecuencias tendrá el referéndum?

El principal argumento esgrimido por Erdogan y el AKP en los últimos años a favor del sistema presidencial ha sido que Turquía necesita estabilidad, entre otras cosas porque tiene un conflicto abierto en el sur con los separatistas kurdos, y la dicotomía entre presidente y primer ministro impedía la buena gobernanza.

Sin embargo, con el nuevo sistema cabe la posibilidad de que en un futuro el país pueda encontrarse gobernado por un presidente de un determinado partido y un Parlamento encabezado por otra formación política, con las dificultades que ello podría acarrear.

Lo cierto es que no parece evidente que la vida de los turcos vaya a cambiar radicalmente el día después de la consulta, aunque una victoria podría animar a Erdogan a seguir por una senda que desde fuera del país se ha visto como dictatorial.

A nivel nacional, cabe esperar que siga adelante con la campaña contra los rebeldes del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), con los que se rompió el acuerdo de alto el fuego en el verano de 2015, provocando un recrudecimiento del conflicto.

Erdogan también embarcó a Turquía en agosto de 2016 en una doble cruzada en el norte de Siria: contra el grupo terrorista Estado Islámico y contra las fuerzas kurdas sirias, que se estaban haciendo fuertes en la zona y amenazan con crear un territorio autogobernado en esta parte del país. En esto, los analistas tampoco esperan cambios.

Relación con la Unión Europea

Quizá, donde puedan producirse más cambios, a tenor de las declaraciones que ha hecho Erdogan, es en la relación con la Unión Europea. Turquía es país candidato desde 2004, si bien solicitó la entrada en el club europeo en 1987, pero las negociaciones de adhesión han avanzado a ritmo lento y con frecuentes encontronazos.

Tras el acuerdo migratorio firmado en marzo de 2016 para frenar la llegada masiva de refugiados e inmigrantes a Grecia desde Turquía, la relación con la UE vivió una temporada de calma, que se tensó a raíz del golpe de Estado y ha terminado culminando en un duro cruce de declaraciones durante la campaña electoral para el referéndum.

Para Erdogan, el voto de los cientos de miles de turcos que viven en países europeos, especialmente Alemania, Países Bajos y Austria, es clave para su victoria, de ahí el que desde el AKP se haya buscado hacer campaña en estos países. La negativa a permitir a ministros turcos a participar en mítines provocó una airada reacción por parte de Erdogan, que denunció que los líderes europeos, especialmente los alemanes, recurrían a "prácticas nazis".

Así las cosas, el presidente turco ha advertido de que tras el referéndum Turquía revisará su relación con la UE, a la que ha acusado de demorar la entrada del país en el bloque. Sin embargo, el 'think-tank' Consejo Europeo sobre Relaciones Exteriores (ECFR) considera "improbable" que se produzca una suspensión de las conversaciones de adhesión por ahora, aunque fuera lo que recomendó el mes pasado el Parlamento Europeo.