La derecha liberal de Mark Rutte volverá a gobernar en Holanda, gracias, en buena medida, a la postura contundente del candidato y primer ministro en funciones, contra los fallidos intentos de Turquía por injerir en la campaña y hacer propaganda política en el país. El miércoles los holandeses dieron de nuevo la victoria al Partido Popular para la Libertad y la Democracia, defensor de los valores y normas holandesas. Bruselas respira aliviada ya que el triunfo de este joven Churchill, aunque bastante ajustado, aleja del poder al eurófobo y anti musulmán Geert Wilders, líder del Partido por la Libertad, que con 20 escaños (cinco más que en la pasada legislatura), será la fuerza más importante de la oposición.

Quien no anda muy feliz es Recep Tayyip Erdogan, el presidente islamista de Turquia, quien, tras convocar un referéndum dudosamente democrático para perpetuarse en el poder, envió el pasado fin de semana a dos de sus ministros a hacer bolos por Europa esperando un cálido recibimiento que no se ha producido en Holanda, pero tampoco en Alemania ni en Austria. "Holanda nada tiene que ver con la civilización ni el mundo moderno" dice Erdogan. Tal vez no sepa que el Reino de los Países Bajos, al que el mandatario musulmán también ha llamado "república bananera" en otro ataque de ignorancia, es uno de los estados más avanzados de Europa en cuanto a legislación y libertades, además de ser uno de los motores económicos de la UE, alentado por el emprendedor carácter holandés, con los genes de la empresas y el comercio impresos en el ADN.

Erdogan pretende dar lecciones desde el insulto fácil, apelando al nazismo y al fascismo, pero olvidando que desde el extraño intento de golpe de Estado en julio pasado, Turquía ha cerrado cerca de 140 medios de comunicación, ha arrestado a 41.000 personas y ha cesado 100.000 empleados públicos.

El "sultán turco", un líder cada vez más influyente, juega sus bazas, que no son pocas. Sabe que es un socio mundial clave en la lucha contra el terrorismo, un aliado necesario para Estados Unidos en Siria y un muro de contención para retener a millones de refugiados que sueñan con alcanzar el viejo continente. Todo eso es cierto, sí, pero equivoca con su pataleta totalitaria y olvida que en las elecciones holandesas la emigración ha sido un asunto vital. El incidente de los ministros ha dejado claro que Erdogan quiere mover los hilos de Europa a su antojo; también que políticos como Rutte no están dispuestos a permitir en su suelo actos propagandísticos auspiciados por Ankara.

El próximo mes habrá elecciones en Francia, donde Macron parece el único capaz de contener la ola expansiva de Marine Le Pen, que por otra parte, lidera un partido con más de cuarenta años de trayectoria. De momento, los 27 celebrarán el próximo día 25, un poco más tranquilos, el 60º aniversario del Tratado de Roma.