Compromiso "inquebrantable" con la OTAN. Es el mensaje que ayer trajo a Múnich el vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, de parte de Donald Trump, en su primera intervención en el extranjero. En la Conferencia de Seguridad que se celebra en la capital bávara, y ante la canciller Angela Merkel, Pence no ahorró en palabras que pudieran dar seguridad a los temerosos socios de este lado del Atlántico.

"Hoy os traigo esta seguridad: EE UU apoya decididamente a la OTAN y será inquebrantable en su compromiso con esta alianza", porque los países de ambas orillas del océano comparten "ideales nobles" como la "libertad, la democracia, la justicia y el estado de derecho", y sus destinos están "entrelazados".

"Estad seguros -remachó Pence la parte más satisfactoria, a ojos europeos, de su discurso-: Estados Unidos es hoy y será siempre vuestro mayor aliado". Pero a continuación repitió el mensaje que Washington lleva un mes enviando a sus aliados del viejo continente, uno del que Trump ya hizo bandera durante la campaña electoral.

"Ha llegado el momento de hacer más", empezó. Y detalló en qué: más en el reparto de tareas en la Alianza y más, también, para compartir los costes de la defensa común (gasto del 2% del PIB), que han sido "incumplidos por demasiados (países) y durante demasiado tiempo".

La canciller Merkel recogió el guante, pero no prometió hechos, como quiere Trump, sino "todos los esfuerzos" que requiera cumplir el compromiso que Alemania y sus socios, recordó, adquirieron ya en 2014: elevar en una década su presupuesto militar hasta ese 2% que, como mínimo, exige el inquilino de la Casa Blanca.

Enmarcó ese compromiso en su apuesta por las "estructuras multilaterales e internacionales" y citó, entre ellas, la UE, la OTAN, la ONU y el G-20 como instrumentos para afrontar "los retos de hoy", que "no pueden ser resueltos por un solo país". Y prosiguió: "Tengo la convicción profunda de que la actuación conjunta nos hace más fuertes", frase que fue interpretada como una inequívoca crítica al aislacionismo que promueve la actual administración estadounidense. Pero Merkel, claro, no mentó al magnate ni a su "Primero EE UU".

Tampoco desaprovechó la canciller la oportunidad de distinguir entre el islam, como tal, y los extremistas islámicos, en alusión al controvertido -y bloqueado judicialmente- decreto migratorio de Trump. "No es el islam la causa del terrorismo, sino una interpretación desviada del islam".

Pese a sus diferencias, Merkel y Pence se comprometieron, en una reunión privada, "a mantener su estrecha cooperación en un amplio abanico de retos globales", según comunicó después el Departamento de Estado.

Tras Merkel desfilaron por el estrado de la conferencia otras figuras que también abogaron por el multilateralismo, como el secretario general de la ONU, António Guterres; la responsable de la Política Exterior comunitaria, Federica Mogherini, y el máximo dirigente de la OTAN, Jens Stoltenberg.

Pero el tercer protagonista del día fue el ministro ruso de Exteriores, Serguei Lavrov, quien defendió un "orden mundial postoccidental en el que cada país, basándose en su soberanía en el marco de la ley internacional, busque un equilibrio entre sus propios intereses nacionales y los de los socios".

Lavrov se empeñó en dejó claro que su país "no busca conflictos", sino solo proteger sus intereses, pero también aprovechó su tiempo al máximo ante Pence y Merkel: acusó a los europeos de sacrificar "el sentido común en favor de una minoría rusófoba" (la Ucrania no separatista) y mantener a la OTAN, "una institución de la guerra fría".