Amnistía Internacional (AI) denunció ayer en un informe que el régimen del dictador sirio, Bachar al Assad, ha convertido en un auténtico matadero la cárcel de Saidnaya, al norte de la capital, Damasco. Al menos 13.000 opositores, en su mayoría civiles, fueron ahorcados allí entre 2011 y 2015. Las ejecuciones, sin juicio, eran perpetradas una o dos veces por semana y en grupos de cincuenta reos. Amnistía Internacional teme que las autoridades sirias mantengan aún en vigor esta práctica genocida.

Los ahorcamientos solían hacerse los lunes o los miércoles. Los prisioneros eran llamados por sus nombres y se les comunicaba que iban a ser trasladados a otras cárceles, pero, en realidad, eran transferidos, ojos vendados, a otra celda, donde eran golpeados y después llevados a otro edificio para ser colgados.

Un antiguo juez que asistió a estas ejecuciones extrajudiciales explicó a AI que "se les mantenía (ahorcados) durante 10 o 15 minutos. Algunos no morían porque eran delgados, como los más jóvenes, cuyo peso no les mataba, así que los ayudantes de los funcionarios tiraban de ellos y les rompían el cuello", explicó el magistrado a la organización.

Otros muchos prisioneros, denuncia el informe de AI, han fallecido en el mismo presidio por torturas repetidas y privación de comida, agua y medicinas. Para elaborar su denuncia, AI ha recurrido a los testimonios de 84 testigos entre antiguos reos, jueces, abogados y guardias.