El presidente electo de EE UU, Donald Trump, ha puesto la política exterior del país en manos de un petrolero, Rex Tillerson, de 64 años, presidente y director ejecutivo desde 2006 de la mayor empresa de hidrocarburos estadounidense Exxon Mobile. Tillerson, cuya experiencia en política exterior se limita al mundo de los negocios, está considerado un excelente amigo del presidente ruso, Vladimir Putin, quien en 2013 le condecoró con la Orden de la Amistad. El Kremlin refrendó ayer las buenas relaciones del petrolero, no solo con Putin sino con toda la cúpula rusa.

Tillerson, que deberá ser confirmado por el Senado, será el primer secretario de Estado en al menos los últimos cien años que accede al cargo sin ninguna experiencia previa en el sector público. Trump ha vuelto a sorprender, ya que muchos observadores esperaban que compensara su propia inexperiencia en asuntos mundiales con el nombramiento de un experto en diplomacia. En lugar de eso ha decidido reforzar el bloque de millonarios que componen el Gobierno que más riqueza atesora en la historia de Estados Unidos.

Tillerson "ha pasado más tiempo relacionándose con Vladímir Putin que probablemente ningún otro estadounidense, con la excepción de (el exsecretario de Estado) Henry Kissinger", declaró ayer una persona que lo conoce bien, el presidente del Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos (CSIS), John Hamre.

El futuro secretario de Estado firmó en 2011 un acuerdo con la petrolera estatal rusa, Rosneft, para explotar de modo conjunto valiosos recursos en el Ártico. La alianza quedó paralizada por las sanciones impuestas a Rusia cuando en 2014 se anexionó Crimea en el marco de la crisis de Ucrania.

Con la elección de Tillerson, Trump confirma su voluntad de acercarse a Moscú, ya que su política exterior estará en manos de dos consejeros que comparten esa misma visión: Tillerson y, por encima de él, el consejero de Seguridad Nacional, el general retirado Michael Flynn.

Otro nombramiento decidido ayer por Trump fue el del secretario de Energía, cargo que ha recaído en el exgobernador de Texas Rick Perry (2001-2015). Perry, un negacionista del cambio climático, fue candidato presidencial en las primarias de 2012. En el curso de un debate de campaña aseguró que suprimiría tres departamentos, aunque, tras enunciar Comercio y Educación fue incapaz de recordar cuál sería el tercero. Se trataba precisamente de Energía, una secretaría de la que no solo depende la política energética sino también la supervisión del programa de armamento nuclear.