La enorme capacidad del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, para trastocar el orden político quedó en evidencia después de que una sola llamada pusiera en peligro décadas de entendimiento diplomático con China. La presidenta taiwanesa, Tsai Ing-wen, llamó a Trump para felicitarle por su éxito en las elecciones y ambos mantuvieron una conversación de unos diez minutos, que ayer provocó una protesta formal del Gobierno chino y generó altas expectativas en Taiwán.

La llamada fue el primer contacto formal de alto nivel entre Estados Unidos y Taiwán en casi cuarenta años. No dejó indiferente a Pekín, que considera a la isla un "territorio rebelde" con aspiraciones independentistas. En un primer momento, el ministro chino de Asuntos Exteriores, Wang Yi, trató de minimizar el asunto a preguntas de los periodistas al asegurar que la llamada era un "pequeño truco" de Taiwán, si bien posteriormente el Gobierno chino elevó el tono y presentó una protesta formal ante Estados Unidos. El régimen chino urge a Washington a mantener su compromiso con el principio de una "sola China" -que le aleja de las aspiraciones independentistas de la isla- y le pide que maneje "cuidadosamente" los asuntos relacionados con Taiwán para evitar "daños innecesarios" a las relaciones bilaterales. El acercamiento de Trump a Taiwán añade más tensión a la relación entre Pekín y Taipei.