Las potencias que recibieron buenas palabras del presidente electo de EE UU, Donald Trump, en campaña siguen haciéndole guiños tras su victoria. Ayer fue el turno del presidente sirio, el dictador Bachar al Asad, cuya permanencia en el poder ha sido defendida con tesón por el magnate, en contra de la administración Obama.

Al Asad se mostró dispuesto a cooperar con el nuevo presidente de EE UU si mantiene su promesa electoral, dijo, de combatir el terrorismo en Siria. Con todo, se mostró cauteloso. "No tenemos muchas expectativas, porque la Administración estadounidense no es solo el presidente", declaró, para anunciar que concederá dos meses a Trump para comprobar si de verdad se convierte en "un aliado natural de Rusia e Irán".

Desde Francia, la líder del ultraderechista Frente Nacional, Marine Le Pen, anunció que, si gana las elecciones, promoverá una alianza con la Rusia de Putin y los EE UU de Trump, porque "sería buena para la paz mundial".