La insurgencia talibán recibió ayer el presidente electo de EE UU, Donald Trump, cuyos planes sobre Afganistán aún no se conocen, con un atentado perpetrado por un suicida que consiguió infiltrarse en la mayor base militar norteamericana en el país y causó cuatro muertos.

El terrorista hizo detonar la bomba que portaba en la base de Bagram, la más fortificada y adonde llegan los representantes estadounidenses cuando viajan a Afganistán.

Se trata del ataque más importante perpetrado este año contra una instalación de la OTAN en el país, donde la Alianza mantiene alrededor de 12.000 efectivos en misión de apoyo y capacitación a las fuerzas afganas.

El ataque se produce un día después del atentado contra el consulado de Alemania en la ciudad de Mazar-i-Sharif, en el norte, que costó la vida a al menos seis personas y causó decenas de heridos.

Estados Unidos mantiene 9.800 soldados en Afganistán en misión de combate, una dotación que el presidente saliente, Barack Obama, inicialmente tenía previsto reducir a 5.200 al final de año. Sin embargo, el incremento de la violencia país ha hecho reconsiderar a Obama esos planes y comprometerse a mantener 8.400 soldados hasta el final de 2017. Por ahora se ignora si Trump hará suyas esas previsiones cuando asuma el poder el 20 de enero.