Casi tres meses después del fallido golpe de Estado de julio, las purgas en el funcionariado de Turquía no cesan y ayer fueron suspendidos casi 13.000 policías por posibles vínculos con la cofradía del predicador islámico exiliado en EE UU Fethullah Gülen, a la que el Gobierno del presidente Erdogan acusa de instigar la asonada.

Esta cifra se añade a los más de 130.000 funcionarios y empleados públicos que ya habían sido suspendidos de sus cargos a raíz del golpe, según estimaciones difundidas ayer por la cadena NTV. La policía turca contaba en 2015 con 244.000 agentes, por lo que los efectivos suspendidos ayer suponen más del 5 por ciento del total del cuerpo.

Además, ayer también fueron detenidos 21 militares en una base de la Fuerza Aérea de Konya, en Anatolia central, bajo la acusación de pertenecer al movimiento de Gülen y de "conspirar para obstaculizar la legalidad".

La cofradía de Gülen, fundada hace varias décadas, llegó a ostentar un enorme poder gracias a la colocación de sus miembros en puestos clave de la Policía y la Judicatura durante la década pasada, algo que hasta 2013 fue fomentado por el Gobierno, en manos del partido islamista de Erdogan (AKP), de ideología similar.