Los candidatos presidenciales de EE UU, la demócrata Hillary Clinton y el republicano Donald Trump, se enfrentaron ayer de madrugada en Nueva York en el primero de sus tres debates, que generó una expectación sin precedentes y congregó a más de cien millones de seguidores en EE UU y a unos 180 millones en todo el mundo. Fueron 90 minutos de un cara a cara hosco, y hasta brusco por momentos, que de acuerdo con los primeros sondeos y con la opinión de la mayoría de los medios estadounidenses y europeos fue ganado por Clinton, aunque sin brillantez.

La exsecretaria de Estado, vencedora para el 62% de los encuestados por la CNN, se mostró buena conocedora de los tres grandes capítulos del debate: riqueza, dirección hacia la que va el país y seguridad. Sin embargo, dejó claro que va un poco justa al exponer sus propuestas, que desgranó deprisa y de modo mucho más acumulativo que argumentativo.

Frente a ella, el polémico magnate dejó igual de claro que su estilo no es preparar los asuntos, que expuso de un modo deslavazado y reiterativo por escasez de argumentos. Hasta hizo ostentación de su desinterés por el fondo de los problemas y esa frivolidad le puso en bandeja a Clinton la frase de la noche. Fue al final del segundo tercio, cuando se frisaba la hora de debate. Trump se burló de Clinton, sugiriendo que mientras él viajaba para conocer los problemas sobre el terreno, ella se habría quedado en casa preparando el debate.

Clinton fue fulminante: "Me parece que Donald me acaba de criticar por prepararme para este debate. Y sí que lo he hecho. ¿Y sabes para qué más me he preparado? Para ser presidenta", espetó. En todo caso, las ideas no fueron el punto fuerte de un cara a cara en el que Clinton buscó el cuerpo a cuerpo. Trump, aleccionado para evitar sus polémicas pifias, se contuvo cuanto pudo -no siempre lo logró-, pese a que Clinton le regaló lindezas como "Donald, sabemos que vives en tu propia realidad" o "sí, claro que tengo programa; he escrito un libro con él y lo puedes conseguir en las librerías".

En la parte económica, mientras Clinton encadenó en dos minutos una extensa lista de medidas sociales, Trump se aferró a su receta mágica -menos impuestos igual a más trabajo- y a demoler los tratados de libre comercio y las deslocalizaciones. El segundo tercio quedó centrado en la violencia racial. Trump repitió hasta seis veces ley y orden, mientras Clinton, con inspirado olfato, le afeaba que criminalizara a negros e hispanos y denunciaba con dureza el "racismo" de la justicia. El tercio final, con alusiones a las amistades rusas de Trump, a Irak y al yihadismo, se cerró con un duro recordatorio de Clinton de todos los ataques de Trump a las mujeres. El magnate no supo responder y su silencio consolidó la victoria de Clinton. Tras analizar sus prestaciones, Trump, que se había quejado de que su micro no iba bien, concluyó ayer por la tarde que en el próximo debate, el 9 de octubre, atacará "con más dureza".