Los principales candidatos a la Casa Blanca en las elecciones del próximo 8 de noviembre, la demócrata Hillary Clinton y el republicano Donald Trump, se midieron la pasada madrugada en el primero de los tres debates presidenciales.

Las peculiares características de la carrera electoral electoral en curso elevaron a niveles inéditos la expectación popular y mediática ante el debate. Algunos analistas apuntaron incluso que el cara a cara podría superar en audiencia al histórico Jimmy Carter-Ronald Reagan de 1980, seguido por 80,6 millones de espectadores.

"Mi predicción es una audiencia de 100 millones y puede que más", aseguró a la agencia Reuters el profesor Paul Levinson, de la Universidad Fordham de Nueva York. No en vano, muchos comparan el atractivo mediático de Trump con el de Sarah Palin, que junto a Joe Biden logró sentar ante el televisor en 2008 a casi 70 millones de personas.

El inicio del debate, de 90 minutos de duración, estaba previsto para las tres de la pasada madrugada (hora española). Moderado por el presentador de la NBC Lester Holt, el debate se concibió en seis segmentos temáticos de 15 minutos cada uno, abiertos a la actualidad más inmediata. Cada uno de ellos debía arrancar con una pregunta del moderador y seguir con una breve exposición de cada candidato previa al cara a cara en sí.

Trump y Clinton tienen el dudoso honor de ser los candidatos peor valorados de la reciente historia norteamericana, en gran medida por los escándalos que arrastran. Los sondeos, entretanto, siguen sin dar nada por seguro de cara a la cita con las urnas, ya que la mayoría de los agregadores de encuestas registran resultados que son considerados como empate técnico.

Fuentes de los dos candidatos reconocieron que han estado analizando participaciones previas de sus rivales en otros debates para tratar de ver sus puntos flacos. La campaña de Trump incluso ha bromeando con que Clinton esté "pasando horas en la sala de vídeos" viendo a Trump.

El principal objetivo de Clinton pasa por demostrar ante millones de personas que el magnate reconvertido a político no está preparado para ser presidente.