Los presidentes ruso, Vladimir Putin, y turco, Recep Tayyip Erdogan, escenificaron ayer su acercamiento en medio del enfriamiento entre Turquía y Occidente tras el fallido golpe militar en ese país. "El proceso ya ha arrancado, pero requiere tiempo", aseguró Putin en rueda de prensa conjunta en el Palacio de Constantino de San Petersburgo donde ambos trataron, en reunión aparte, sus posturas acerca de la guerra de Siria y el restablecimiento de las relaciones entre los dos países al punto anterior al derribo en noviembre de 2015 de un cazabombardero ruso por el Ejército turco.

Erdogan, líder de un país miembro de la OTAN como es Turquía, ha elegido a Rusia como destino de su primera visita al exterior desde la asonada golpista del 15 de julio, cuando la Alianza Atlántica acaba de reforzar el envío de tropas al Báltico ante una eventual "amenaza" rusa.

El presidente otomano agradeció el "apoyo moral" que le brindó Putin tras el golpe, en contraste con la frialdad mostrada por la Unión Europea o las lacónicas declaraciones del secretario de Estado estadounidense John Kerry, que se limitó a pedir "estabilidad".

Sin respuesta

En cuanto a EE UU, el ministro turco de Justicia, Bekir Bozdag, advirtió que "sacrificará" las relaciones con Turquía si no extradita a Fethullah Gülen, a quien Ankara responsabiliza de la intentona golpista. "No ha habido aún una respuesta oficial de EE UU" dijo Bozdag. "Si EE UU no devuelve a Gülen, habrá sacrificado a Turquía por un terrorista".