La canciller Angela Merkel reconoció ayer la inseguridad que han generado en el país los atentados yihadistas de Würzburg y Ansbach, cometidos por refugiados, pero defendió su política de acogida y aseguró que Alemania superará la "prueba histórica" a la que se enfrenta. Merkel hizo hincapié en que Alemania está "en guerra contra el Estado Islámico", pero no está "en ninguna guerra contra el islam".

Merkel intentó conjurar los miedos de los alemanes tras los ataques registrados en el estado de Baviera y también contestar a quienes la acusan de haber infravalorado los peligros de acoger a cientos de miles de refugiados. La canciller recordó las criticadas palabras que pronunció hace once meses -"vamos a conseguirlo"- y, tras señalar que nunca dijo que fuera a ser fácil, volvió a mostrarse convencida de que el país conseguirá afrontar con éxito esa "tarea histórica".

Merkel descartó, asimismo, culpar a los refugiados por los atentados y presentó un plan de medidas para mejorar el registro de los acogidos, agilizar las expulsiones de aquellos a quienes no asista el derecho a asilo o que delincan, y posibilitar la intervención del Ejército en caso de alerta terrorista grave. Recordó, sin embargo, que abordar este desafío exige de la colaboración europea y admitió su decepción por la "poca disposición" de algunos socios a compartir responsabilidades ante la crisis.

Merkel negó que esté atravesando su momento más difícil o que esté agotada y dejó abierta hoy la posibilidad de optar a una nueva reelección en las generales previstas para 2017 tras tres legislaturas consecutivas al frente del Gobierno federal.