En la pequeña ciudad bávara de Ansbach culminó ayer una semana aciaga para Alemania, con cuatro ataques violentos, dos de ellos de cariz islamista, y más de una decena de muertos. El último de los sobresaltos llegó la noche del domingo procedente de una localidad de 40.000 habitantes, cuando un solicitante de asilo de origen sirio se hizo volar por los aires cerca del lugar donde se celebraba un concierto. El resultado, aparte la muerte del suicida, son 15 heridos, cuatro de ellos de gravedad, y el debate sobre la acogida de refugiados instalado en la sociedad alemana con tintes de alarma y paranoia.

El solicitante de asilo dejó plasmada en un vídeo encontrado en su móvil su voluntad de atentar contra alemanes para vengar la muerte de musulmanes y había jurado lealtad al líder del autoproclamado Estado Islámico (EI), Abu Bakr al Bagdadi.

Igual que el adolescente de origen afgano de 17 años que el lunes 18 atacó con un hacha y un cuchillo a los pasajeros de un tren regional de Baviera. Consiguió herir a cinco antes de ser abatido. Y como ya ocurrió después de este ataque, la agencia de noticias Amaq, habitual órgano de difusión de las atrocidades del grupo yihadista, no tardó en asegurar que el suicida de Ansbach era uno de sus "soldados".

Pudo haber sido una masacre: el atacante quiso entrar en el festival de música que se celebraba en el centro de la ciudad, con asistencia de 2.500 personas, pero no pudo porque no tenía entrada. "Está claro que es un atentado con trasfondo islamista. Si el autor estaba en contacto con el EI se está investigando todavía", dijo el ministro de Interior bávaro, Joachim Herrmann.

El hombre, de 27 años y originario de Alepo, había llegado a Alemania en 2014 y su petición de asilo había sido denegada porque se comprobó que había recibido antes protección en Bulgaria. La orden de expulsión a ese país quedó en suspenso por sus problemas psicológicos -había intentado suicidarse en dos ocasiones y había estado ingresado en un hospital psiquiátrico-, pero se reactivó el pasado 13 de julio.

Debía abandonar Alemania en el plazo de treinta días y los investigadores deben aclarar ahora si esa orden pudo desencadenar su acción.

En el albergue en el que vivía el joven, que contaba con seis perfiles en Facebook, se hallaron materiales susceptibles de ser utilizados para fabricar bombas, como gasolina, pilas, alambres o ácido clorhídrico, según explicó el vicepresidente de la policía regional, Roman Fertinger. La Policía se incautó también de un ordenador portátil con violentas imágenes del EI, dos teléfonos móviles, varias tarjetas SIM y un "fajo de billetes de 50 euros".

La explosión, que lanzó piezas de metal a veinte metros, le destrozó la aorta, el pulmón y el hígado y murió de forma inmediata. En la autopsia se ha descubierto que tenía "heridas de guerra" en las piernas y los pies, aunque Fertinger señaló que aún hay que investigar si había participado en combates en su país.

Durante todo el día el Ministerio alemán de Interior abogó por la cautela antes de vincular la explosión con el yihadismo. Pero, con todo y con eso, el ministro de Interior, Thomas de Maizière, previno contra la tentación de caer en la sospecha generalizada sobre los refugiados, y recalcó que "la inmensa mayoría" huye de la persecución o busca una vida mejor. No obstante, informó de que Interior tiene baja la lupa a 59 solicitantes de asilo por presuntas inclinaciones yihadistas, en muchos casos por indicaciones de sus compañeros de albergue.

El ministro avanzó su intención de debatir con los titulares de Interior de los 16 "Länder" nuevas medidas de seguridad y señaló que la policía federal se hará más visible en aeropuertos y estaciones.

Pero, pese a las advertencias del Ministro, la derecha radical de Alternativa para Alemania (AfD) no tardó en reaccionar a la noticia del trasfondo yihadista y señaló a la política de refugiados de Angela Merkel como "el mayor peligro que ha tenido Alemania desde el fin de la guerra fría".