Siria celebra este miércoles unas elecciones parlamentarias en medio de una guerra de cinco años que ha desangrado a la nación árabe y ha desestabilizado aún más la región con la esperanza de una frágil tregua que podría conducir a la paz.

El presidente sirio, Bashar al Assad, confirmó sus planes el pasado 23 de febrero, convocando para el 13 de abril los comicios a la Asamblea Popular para renovar el mandato de los 250 diputados e inaugurar así la octava Legislatura.

La novedad de estas votaciones es que por primera vez habrá varias circunscripciones para repartir los escaños por territorios. Damasco tendrá 29; la campiña de Damasco, 19; Alepo, 20; la provincia de Alepo, 32; Homs, 23; Hama, 22; Latakia, 17; Idleb, 18; Tartus, 13; Raqqa, 8; Deir Ezzor, 14; Al Hasaka, 14; Deraa, 10; Sueida, 6; y Quneitra, 5.

El fin de la circunscripción única supone además que los casi cinco millones de sirios que han huido a otros países -cerca de un millón a Europa en el último año- no podrán votar porque el sufragio tiene que emitirse desde el centro asignado para ello.

Los nuevos diputados saldrán de los 3.450 candidatos que concurren a estos comicios siguiendo, además del criterio de la representación territorial, el tradicional reparto de cuotas entre sectores de la sociedad civil.

Sin embargo, la votación solo se celebrará realmente en los territorios controlados por el Gobierno, que alcanzan todas las provincias excepto las de Raqqa e Idleb, en manos de los terroristas del Estado Islámico y el Frente al Nusra, respectivamente.

El proceso de Ginebra

Aunque las elecciones se celebrarán en plena batalla, no es la primera vez que ocurre. En junio de 2014, Al Assad fue reelegido en unas presidenciales y en 2012 se celebraron parlamentarias y un referéndum constitucional.

La única diferencia en este sentido es que en esta ocasión los sirios votarán con un alto el fuego vigente desde el pasado 27 de febrero que ha silenciado las armas en gran medida, si bien no en las operaciones de uno y otro bando contra las organizaciones terroristas.

Esta "frágil" tregua, como la ha calificado el enviado especial de Naciones Unidas a Siria, Staffan de Mistura, es esencial para mantener vivo el proceso de paz que arrancó a principio de año en Ginebra y que continúa sin grandes avances.

Las negociaciones de paz están estancadas debido, esencialmente, a las diferentes propuestas sobre el futuro político de Al Assad. Mientras Occidente y sus aliados árabes abogan por su salida del poder, Rusia e Irán insisten en que solo los sirios pueden echarle.

Las partes han coincidido --al menos en abstracto-- en la necesidad de formar una especie de gobierno interino que guíe al país por una transición política, pero hasta ahora no han logrado concretar los detalles.

Crisis humanitaria

El cese de las hostilidades ha servido también para permitir la entrada de ayuda humanitaria en zonas sitiadas, algunas prácticamente desde el inicio de la guerra, lo que ha llevado a la población civil a una situación extrema, con decenas de muertes por inanición.

Naciones Unidas, ONG internacionales y sus socios locales aprovecharon el arranque de la tregua para bombardear con ayuda humanitaria --principalmente alimentos-- a las zonas más castigados por los enfrentamientos.

Sin embargo, el responsable de las operaciones de ayuda de la ONU para Siria, Jan Egeland, ha advertido recientemente de que el frenesí inicial se ha desinflado y el acceso empieza a estar restringido en algunos puntos del territorio sirio.

ONU y ONG calculan que, al margen de los cinco millones de refugiados, 12 de los 18 millones de sirios que resisten en el interior del país tienen necesidades humanitarias urgentes, incluida una generación entera de niños que podría perderse por la falta de acceso a educación.