El triunfo del no en el referéndum celebrado el miércoles en Holanda sobre el tratado de asociación de Ucrania a la UE ha sido percibido por numerosos dirigentes comunitarios como una peligrosa bofetada, a dos meses y medio de que el próximo 26 de junio los británicos se pronuncien sobre su permanencia en la Unión. Además, el rechazo refuerza a quienes en el interior de Holanda propugnan el "Nexit" o salida del país de la UE.

La mayoría de los holandeses decidieron darle la espalda al referéndum, pero del exiguo 32% que fue a votar, el 64% lo hizo contra la asociación con Ucrania. Lo rotundo de esta cifra deja en sordina tanto la baja participación -el umbral para que la consulta fuera válida era del 30%- como el hecho de que el referéndum fuera meramente consultivo.

El primer ministro holandés, Mark Rutte, que lidera un Gobierno de coalición liberal-socialdemócrata con cotas de popularidad muy bajas, reconoció el mismo miércoles a medianoche que le resulta políticamente imposible seguir ratificando el tratado en su forma actual. Sin embargo, dado que los Países Bajos ocupan actualmente la presidencia de turno de la UE, Rutte necesitará tiempo para ver si puede, y cómo, alterar el tratado de forma que el resultado satisfaga a todas las partes. El documento, que ya había sido firmado por Rutte y aprobado por los demás países miembros de la UE, así como por Ucrania y el Parlamento Europeo, entró en vigor de modo provisional el pasado enero.

En círculos comunitarios se recordaba ayer que Holanda y Francia fueron los dos países que con sus "noes" impidieron en 2005 que saliera adelante la Constitución Europea. Ahora el miedo está en el influjo que este refuerzo objetivo de los euroescépticos pueda tener en el referéndum del Reino Unido.

El primer ministro británico, el conservador David Cameron, mostró su confianza en que no se produzca un efecto de contagio, aunque advirtió de que sería un "error" ignorar los resultados de un plebiscito.

La otra dimensión del "no" holandés es su influencia en los frágiles equilibrios geopolíticos de Europa. El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, advirtió en enero de que un no en Holanda podría tener potencial para "cambiar el equilibrio en Europa" y favorecer a Rusia. Ayer, Juncker se limitó a declararse "triste".

En Ucrania, donde los enemigos del presidente Poroshenko culparon a este del resultado holandés, el jefe del Estado calificó la mera convocatoria de la consulta como "un ataque a la unidad de Europa y a la expansión de los valores europeos", y precisó que su país no se apartará de "la senda de la integración europea".