"¡Tuvimos mucha suerte! Estamos bien, pero nos encontrábamos en el aeropuerto tres horas antes del atentado para volar a Málaga", relata a FARO un español afincado desde hace varios años en Bruselas, donde trabaja en la Comisión Europea. Junto a su familia, se disponía a viajar a España para disfrutar las vacaciones de Semana Santa. Mientras llegaba la hora de su vuelo, como otros tantos viajeros, decidieron consumir la espera en la cafetería del principal aeropuerto de la capital. Tomaron café. A su lado, tres hombres reían.

Recién aterrizados en España y todavía bajo el impacto del último zarpazo del terrorismo yihadista en el corazón de Europa comenzaron a seguir los hechos por televisión. Era miércoles por la mañana. Apenas 24 horas después de los atentados en el Metro y el aeropuerto. "Nos dimos cuenta que habíamos tomado café al lado estos tíos, a las cinco y media de la mañana", relata el hombre, todavía conmovido por los amigos y conocidos heridos, algunos muy graves, que sí se encontraban en el lugar de las explosiones. Esos "tíos" a los que se refiere son los tres terroristas identificados como autores de la tragedia del aeropuerto, dos de ellos suicidas: Ibrahim El Brakaoui y Najim Laachraoui.

"Hemos reconocido al de la chaqueta blanca", relata. "Se estaban riendo, como si les hiciera gracia lo que iba a pasar... ¡malditos cobardes!", exclama. La familia, todavía conmovida por los acontecimientos, prefiere que no trascienda su identidad.

El de la chaqueta blanca, que acompañaba a los dos suicidas, era el tercero de los hombres grabados por las cámaras de seguridad de la terminal momentos antes del ataque. Avanzaba por la terminal empujando un carrito con una maleta, ataviado con sombrero y una chaqueta blanca. Hasta ayer se sospechó que podría tratarse de Fayçal Cheffou, detenido el jueves e inculpado el sábado en relación con los atentados, de los que se le consideraba uno de los cerebros. Sin embargo, Cheffou fue liberado ayer por la tarde por falta de pruebas, después de que la investigación fuera descartando por inconsistencia cada uno de los indicios que habían llevado a suponer que la suya era la identidad del hombre al que todo el planeta conoce ya como "el hombre del sombrero".

El que fue testigo de esos últimos movimientos de los terroristas descansa estos días con su familia en Málaga. Pero no lo hacen como solía en otras semanas santas. "Seguimos bajo la emoción de los atentados porque sabemos que hay gente herida y en coma que conocemos", explica. La situación, "bastante difícil de gestionar" por el momento para él y para su familia, se traduce además en un sentimiento de rabia ante lo que el ataque representa también para la colonia de españoles en la capital belga.