Barack Obama y Raúl Castro protagonizaron ayer una histórica rueda de prensa conjunta de más de dos horas de duración, al término de la entrevista que ambos mantuvieron en el Palacio de la Revolución de La Habana, la tercera que los dos líderes celebran desde que en diciembre de 2014 anunciaron simultáneamente el inicio del proceso de normalización de relaciones entre dos enemigos irreconciliables durante más de medio siglo.

Tocaba hablar de Derechos Humanos, el principal escollo para que ese proceso avance sin cortapisas, y Obama lo hizo. Pero antes valoró la disposición del presidente cubano a "discutir sobre todos los asuntos que están sobre la mesa" de negociaciones. E hizo más: reconoció que con otros aliados de su país, caso de China, también hay grandes desacuerdos sobre el particular.

Para el presidente norteamericano, la mejor manera de afrontar las" profundas diferencias" que EE UU y Cuba mantienen sobre esta espinosa cuestión es con un diálogo "franco" y directo". Y entonces vino el anuncio: "Es por eso que vamos a dar inicio aquí, en La Habana, este mismo año, a un diálogo sobre Derechos Humanos que va a contar con la asistencia de Naciones Unidas".

Un periodista quiso poner en un aprieto a Castro y le preguntó sobre la existencia de presos políticos en Cuba, pero el líder comunista respondió inmediatamente con otra pregunta y negando la mayor: "¿Qué presos políticos?". "Dame la lista ahora mismo para soltarlos", pidió al informador. "Si hay presos políticos, antes de que llegue la noche estarán sueltos", dijo con total desparpajo.

Y siguiendo por esa senda, sostuvo que su país "defiende los Derechos Humanos". "Consideramos que los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales son indivisibles, interdependientes y universales", soltó el mandatario cubano.

También quiso dejar muy claro que el avance en la reconciliación con su enemigo de tantas décadas no pasa por que Cuba renuncie al comunismo. "No debería pretenderse que el pueblo cubano renuncie al destino que libre y soberanamente ha escogido y por el que ha hecho inmensos sacrificios", avisó.

A lo que Obama agregó esta puntualización: "El destino de Cuba no lo va a decidir EE UU o cualquier otro país. Lo van a decidir los cubanos, nadie más".

Castro recaló después en el embargo a la isla. "Para que pueda haber relaciones normales", EE UU debe eliminar el bloqueo comercial, económico y financiero, "que tiene efectos disuasorios e intimidatorios de alcance extraterritorial" y "consecuencias negativas para Cuba".

Eso sí, ensalzó a Obama por los muchos llamamientos que ha hecho al Congreso de su país para que derogue el complejo entramado de normas jurídicas que posibilita el bloqueo. Ante lo que el norteamericano no tuvo más remedio que reconocer: "El bloqueo va a acabar. ¿Cuándo? No lo sé. Será después de que acabe mi Gobierno", admitió, porque "es un proceso que (...) requiere tener una mayoría en la Cámara de Representantes y mucho más que una mayoría en el Senado".

Después de la bilateral, pública y privada, con Castro, Obama participó en un foro con empresarios de su país y "cuentapropistas" cubanos, los emprendedores del incipiente sector privado de la isla. Y ante unos y otros dijo: la economía cubana "está empezando a cambiar, creemos en el pueblo cubano".

La jornada había empezado con una protocolaria ofrenda floral ante el monumento a José Martí en la Plaza de la Revolución, donde pudo verse a Obama con la icónica efigie del Che de fondo. Otro momento de gran carga simbólica para sellar el deshielo entre los dos países, que el domingo había tenido sus puntos más cálidos en un paseo de la familia Obama por La Habana Vieja bajo la lluvia y la cena en una paladar (restaurante) donde el inquilino de la Casa Blanca pidió solomillo.