La crisis de los refugiados ha sumido a la UE en una división desconocida desde la profunda crisis diplomática que en 2003 acompañó a la guerra de Irak. La fractura es de tal calado que los ministros de Interior comunitarios, reunidos ayer en Bruselas, se tiraron los trastos a la cabeza y fueron incapaces de cualquier acuerdo, por lo que dejaron la solución para la cumbre con Turquía del 7 de marzo. Una solución que, según reconocieron fuentes de Bruselas, sólo tiene un color: que Turquía frene la riada migratoria.

La reunión de ayer comenzó mal porque vino precedida del anuncio del primer ministro húngaro, Víktor Orban, de que someterá a referéndum las decisiones de la UE sobre redistribución de refugiados. El anuncio de consulta ha sido considerado un desafío y llega después de la adopción de medidas unilaterales de control de fronteras por Bélgica y Austria. El ministro español del Interior, Jorge Fernández Díaz, era elocuente: "Si se generaliza el uso del referéndum, estaremos sentando las bases de la defunción de la UE".

Leña al fuego

Orban añadió más leña al fuego antes de la cita, al afirmar que es "una ilusión" pensar en un acuerdo con Turquía, a la que se han prometido 3.000 millones de euros para que frene el éxodo. Además, Orban acusó a la canciller alemana, Angela Merkel, de importar "criminalidad, terrorismo y homofobia a la UE" con su política de refugiados. Precisamente, el mismo día en el que la Cámara Baja del Parlamento germano aprobó un nuevo paquete de medidas para endurecer la legislación de asilo, entre ellas las restricciones a la reagrupación familiar para los refugiados que ya se encuentran en Alemania.

Grecia fue el foco de todas las miradas en la reunión ministerial de ayer. Primero, porque miles de personas están atrapadas en su territorio, después de que Macedonia cerrase la frontera común el domingo, colocando a la administración de Atenas al borde del colapso. Después, porque su Gobierno calificó de "actos hostiles" las medidas austriacas y, en respuesta, llamó a consultas a su embajador en Viena. Además, el primer ministro griego, Alexis Tsipras, amenazó con vetar decisiones comunitarias. Y más allá, porque Austria calculó que la mejor defensa era un ataque y acusó a Atenas de no controlar bien su frontera exterior y obligar a Viena a tomar medidas extremas. Austria añadió que si el 7 de marzo no hay acuerdo con Turquía se necesitarán "medidas que pueden ser duras".

Gresca

El resultado fue una auténtica gresca entre la ministra de Interior austriaca y el ministro griego de Migraciones, apoyado en sus quejas por Chipre e Italia, mientras Luxemburgo, Bélgica y Francia intentaban mediar. El representante de Holanda, que ostenta la presidencia semestral de los consejos de ministros de la UE, quiso dejar pese a todo un mensaje de optimismo al afirmar que los reunidos acordaron que "todos los países relevantes tienen que estar implicados cuando se tomen nuevas medidas o se endurezcan las que haya". Sin embargo, estos paños calientes no convencieron a la Comisión Europea, que pidió medidas urgentes antes de la reunión con Turquía.

Mientras, en Francia, una jueza dio cobertura al plan del Gobierno de demoler parcialmente el campamento de los alrededores del puerto de Calais conocido como 'la jungla', desde el que miles de inmigrantes intentan alcanzar Reino Unido a través del túnel que discurre bajo el canal de la Mancha.