La tensión entre Rusia y Turquía por el derribo de un cazabombardero ruso la pasada semana no amaina. Rusia dio ayer -día en el que enterró con honores al piloto fallecido en el incidente- un paso más al acusar al presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, y a su familia de enriquecerse con el tráfico ilegal de petróleo sirio e iraquí que los yihadistas del Estado islámico (EI) hacen por la frontera turca. El lunes, el presidente Putin ya acusó a Turquía de haber derribado el avión en represalia por los ataques aéreos rusos a las columnas de camiones que transportan el petróleo del EI.

"En la región actúa un equipo, que incluye a los criminales y a la elite turca, para el robo de petróleo a sus vecinos" Siria e Irak, aseguró el viceministro de Defensa ruso, Anatoli Antonov. Su intervención fue seguida por la presentación de numerosas pruebas documentales -fotos, mapas y vídeos- sobre "ese negocio criminal" en el que, dijo Antonov, "están involucrados los máximos dirigentes políticos (turcos), el presidente Erdogan y su familia".

"¿A nadie en Occidente le sorprende que el hijo del presidente de Turquía sea el jefe de una de las mayores compañías energéticas del país y que su yerno sea el ministro de Energía? ¡Qué fantástico negocio familiar!", dijo Antonov.

Rusia respondió así a la exigencia lanzada el mismo lunes por Erdogan, quien desafió a Moscú a presentar pruebas de la implicación turca en ese contrabando e incluso se mostró dispuesto a dimitir si se confirmaban esos vínculos. La tensión entre Turquía, que hasta ahora ha sido benevolente con el EI, y Rusia, que el martes decretó sanciones comerciales contra Turquía, ensombrece los esfuerzos de las potencias implicadas en la guerra siria por converger en la lucha contra el EI.

La respuesta de Erdogan -que ayer fue investido doctor honoris causa en Catar- al desafío ruso no se hizo esperar, aunque no varió respecto al lunes, ya que se limitó a pedir pruebas y a asegurar que su país "no es tan inmoral" como para comprar petróleo a terroristas.

Entre tanto, en Londres, el primer ministro británico, David Cameron, pidió autorización a los Comunes para bombardear al EI en Siria. Cameron, que fracasó en un empeño similar en 2013 -cuando gobernaba en coalición con los liberal-demócratas- no debería tener problemas para lograr el permiso, ya que goza de mayoría absoluta y los laboristas tienen libertad de voto. En su defensa de la iniciativa, el líder conservador esgrimió que el EI constituye un problema de "seguridad nacional". Sin embargo, en su énfasis Cameron acusó a quienes se oponen a los bombardeos de alinearse con los "simpatizantes de los terroristas", afirmación por la que decenas de diputados le exigieron que pidiese disculpas.

En el teatro de operaciones, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, confirmó que su país efectúa operaciones en Siria "de vez en cuando" para evitar la entrega de armas a grupos enfrentados con él, en referencia a la milicia libanesa Hezbolá. Estas operaciones eran notorias, pero Israel nunca las había reconocido