Nacida en los suburbios parisinos y criada en una familia de acogida, Hasna Aitboulahcen, de 26 años y ascendencia marroquí, pasó en unos pocos meses, los últimos de su vida, de ser una joven que había perdido el rumbo en la adolescencia a convertirse en una devota del Estado Islámico que murió en el masivo asalto policial del miércoles en Saint-Denis. Lo hizo junto a un hombre aún no identificado y junto a su primo -novio, según algunas fuentes-, Abdelhamid Abaaoud, el cerebro de los atentados de París.

Aunque la Policía gala le retiró ayer la condición de primera terrorista suicida de Europa -al parecer fue un hombre el suicida-, no por ello su transformación resulta menos impactante. Siendo muy pequeña, su familia se instaló en una "cité", uno de los barrios difíciles donde el paisaje los forman el paro y las drogas. Tras una primera infancia de maltratos, Hasna fue separada de su familia biológica a los 8 años y vivió en una familia de acogida hasta los 15 años.

Entonces se fugó. En su primera adolescencia, se la recuerda como una chica desobediente y alocada, sin modelos de referencia, que pasaba el tiempo en la calle, fumando porros con otros adolescentes. Una desnortada, como tantos individuos que acaban abrazando el yihadismo.

En esa época, y durante bastante tiempo, era corriente verla ebria de vodka, incluso en el ramadán. Todavía no había mostrado el menor interés por la religión. En las fotos de esos años aparece con pantalones ajustados, mucho maquillaje, bisutería y un sombrero vaquero que hacía que muchos la conocieran como "cow-boy girl".

Hace un año, empezaron a parecer en su perfil de Facebook fotos con armas y mensajes en los que alababa a la esposa de Amedy Coulibaly, el terrorista que mató a cuatro personas en un supermercado judío a los dos días de la masacre de "Charlie Hebdo". Con todo, seguía llena de contradicciones. Algún vecino la recuerda con velo y bebiendo vodka. Pero ella respondía con un seco: "Tú a lo tuyo y yo a lo mío. Lo mío es Siria". Pero nadie se la tomaba muy en serio. La Policía, que la conocía del trapicheo de drogas, se fijó en su radicalización y en su relación con Abaaoud, y le pinchó el teléfono. Esa fue la pista que, al parecer, llevó al asalto de Saint-Denis.