La vieja tensión latente entre Serbia y Croacia subió ayer varios grados, hasta el punto de convertirse en una agria pelea entre vecinos y dejar en sordina el drama de las decenas de miles de refugiados que se agolpan en las fronteras con la vista puesta en la tierra germana prometida. Zagreb y Belgrado siguieron ayer con sus amenazas y represalias, plasmadas en bloqueos fronterizos mutuos.

Croacia cerró el pasado lunes el paso a los camiones serbios, mientras Belgrado ordenó la medianoche del martes el veto a las mercancías croatas. En respuesta, el Gobierno de Zagreb comenzó a impedir el paso a su territorio de vehículos matriculados en Serbia, e incluso de ciudadanos serbios, aunque esto último solo durante algunas horas de ayer.

El conflicto entre Croacia y Serbia no estalló hasta que el martes de la pasada semana Hungría no cerró su frontera con Serbia, lo que obligó a los refugiados a dirigirse hacia la raya croata, un viaje más largo. El problema, del que las autoridades croatas advirtieron el miércoles, es que Croacia no estaba preparada para una avalancha que, solo en sus 36 primeras horas, le dejó más de 10.000 extranjeros en su territorio.

En un primer momento, Croacia se planteó la posibilidad de abrir un corredor para que los refugiados continuaran hacia Eslovenia y, de ahí, pasaran a Austria y Alemania. Las autoridades eslovenas se proponían tomar idéntica medida, que hubiera reducido la carga para estos dos países pero hubiera tenido el efecto de acelerar de modo peligroso la corriente humana hacia una Alemania que, a duras penas, es capaz de procesar administrativamente la oleada de refugiados. De modo que, a las pocas horas de anunciar Croacia y Eslovenia su intención de abrir corredores, la Comisión Europea les advirtió de la ilegalidad de la medida.

A día de hoy, Croacia se encuentra con que desde la pasada semana le han llegado más de 50.000 refugiados, que en buena parte ha intentado desviar hacia Hungría. Este país los recibe de modo intermitente, abriendo y cerrando las fronteras a su albur, mientras se apresta a terminar una valla como la que ya ha construido con Serbia y las que proyecta para Rumanía y Eslovenia.

Sin embargo, el problema no ha estallado con Hungría sino entre Croacia y Serbia, los dos viejos enemigos que durante décadas convivieron en aparente armonía en el seno de la extinta Yugoslavia hasta que se destrozaron en guerras. "Serbia puede resolver esto ya hoy. Muy sencilla y fácilmente. No vamos a cerrar las fronteras a los refugiados. Pero podemos recibir por día entre 4.000 y 5.000. Recibimos en un día 9.000, eso es demasiado", dijo ayer el primer ministro croata, Zoran Milanovic.

"No damos ultimátums, pero tengo el deber de proteger nuestra seguridad", insistió Milanovic, quien añadió que "si Serbia carece de los recursos necesarios para una respuesta controlada, Croacia puede mandarle tiendas de campaña y autobuses".

Serbia, por su parte, rechaza las críticas croatas y asegura que no interfiere en la libre circulación de los refugiados.

Esta sucesión de cierres y controles fronterizos entre los dos países vecinos ha estado acompañada de duras palabras por parte y parte. El ministerio serbio de Exteriores dijo que al impedir el paso a sus ciudadanos, Croacia ha incumplido los "valores fundamentales" de la UE y de la ONU.

"Por su carácter discriminatorio, se pueden comparar con las medidas que se emprendían en el pasado, en el tiempo del fascista Estado Independiente Croata", denunció en una dura nota de protesta, en la que aludió a uno de los episodios más oscuros del pasado común, la entusiasta colaboración de las autoridades croatas con los nazis.

El primer ministro de Serbia, Aleksandar Vucic, lanzó un mensaje más conciliador y, pese a calificar el bloqueo a los camiones serbios como "brutal agresión económica", aseguró que no se impedirá el paso a los vecinos croatas.

Entre tanto, en Hungría, que no ha dejado de tener avalanchas desde los primeros compases de la crisis de los refugiados, el primer ministro, el conservador autoritario Víktor Orbán, advirtió de que su país podría acabar permitiendo el paso sin control por su territorio de todos los refugiados que quieren llegar a Alemania y otros países ricos de Europa. Fue su respuesta a los ataques de Berlín y Viena en la cumbre del miércoles. "El canciller austríaco dijo claramente que si sólo podemos pararlos (a los refugiados) con vallas, mejor dejarlos pasar. Es algo que debemos estudiar", dejó caer con nada encubierta ironía.