La decisión de Hungría de cerrar físicamente su frontera con Serbia, llevada a la práctica el lunes, disparó ayer la tensión no sólo con los refugiados que reclaman, algunos de forma violenta, pasar al territorio magiar y salir del limbo legal en que se encuentran, sino también con el propio Gobierno serbio.

Un pequeño grupo de refugiados, de los cientos que esperan en la zona de nadie entre los dos países, derribó ayer las vallas que cierran el cruce fronterizo de Horgos para forzar su entrada en Hungría, pero la Policía los detuvo recurriendo a gas pimienta y un cañón de agua. Unos 150 refugiados fueron heridos, al igual que entre 14 y 20 policías húngaros, y se practicaron 29 detenciones, entre ellas la de una persona a la que Hungría calificó de terrorista. Budapest comunicó ayer que este paso permanecerá cerrado al menos un mes.

Serbia anunció el envío de más policías a la frontera para "evitar más ataques de la Policía húngara". Las autoridades de Belgrado condenaron la dureza de la respuesta húngara a las presiones de los refugiados, argumentando que Budapest no tiene "derecho" a hacerlo.

"Haremos lo posible para que no haya más incidentes, pero nos gustaría que los colegas húngaros actuaran con menos agresividad hacia los inmigrantes. Entonces sería más fácil controlar la situación", indicó el Ministerio del Interior serbio. Como medida de precaución, Belgrado empezó a alejar de la frontera a los refugiados, dirigiéndolos a un campo de acogida cercano.

La Policía húngara informó entre tanto de que ha tomado "diferentes medidas" contra 519 refugiados por haber cruzado ilegalmente la frontera desde la medianoche del lunes al martes, cuando cerró su línea divisoria con Serbia y comenzó a aplicar la nueva ley, que prevé penas de hasta cinco años de cárcel para quienes entren de modo ilegal en el país. En los primeros juicios rápidos celebrados, varios refugiados han sido expulsados del país.

Pese a las tensiones, la situación en Hungría ha cambiado esencialmente y ayer las autoridades interceptaron a poco más de 300 refugiados tras entrar en el país de modo ilegal, mientras que en días anteriores el número llegó a alcanzar los 10.000 por jornada. Hungría, que el martes anunció la construcción de una valla con Rumanía, planea otra con Croacia, según comunicó ayer.

Ante el cierre de la ruta húngara, los refugiados han comenzado a dirigirse hacia Croacia y Eslovenia. Ambos países se manifestaron dispuestos a habilitar corredores para que los exiliados puedan cruzar sus territorios y llegar a Austria y luego a Alemania, el destino preferido de la mayoría de ellos. No obstante, tras advertir la Comisión Europea de la ilegalidad de esta práctica, tanto Zagreb como Liubliana renunciaron a su intención.

Expertos en desminado croatas han sido enviados a la frontera con Serbia ante la amenaza que suponen las minas antipersona dejadas atrás durante la guerra civil que asoló el país entre 1991 y 1995.

Mientras, en Austria comenzaron a practicarse los controles fronterizos anunciados días atrás. Las fuerzas de seguridad los iniciaron a primera hora de la mañana en tres pasos fronterizos con Hungría. Un portavoz de la policía austríaca explicó que a lo largo del día los controles se extenderían a otros diez puntos fronterizos.

En Alemania, la canciller Merkel declaró que su país pondrá en marcha "centros de distribución" de refugiados con capacidad para 40.000 personas con el objetivo de descargar a las ciudades más desbordadas por el número de peticionarios de asilo llegados, como Múnich, la capital bávara. Merkel se reunió durante más de cuatro horas con los jefes de Gobierno de los 16 estados federados alemanes, preocupados por la avalancha de llegadas, que obligó el pasado domingo a la canciller a restablecer los controles en las fronteras levantados una semana antes.