Samer Nachawati asiste incrédulo a la conmoción de estos días por parte de la opinión pública y de los ciudadanos: "El mundo no se conmovió en cinco años". Al mismo tiempo, no se explica de qué forma funcionan las sensibilidades de la población. La imagen del pequeño devuelto al mar, Aylan Kurdi fue la representación que viralizó en occidente como el emblema del drama. La doble interpretación de la imagen se mueve entre constituir la bofetada que despertó las conciencias anestesiadas o componer una repetición manida y normalizadora del drama.

"Hay muchas personas que están escandalizadas por ver el cadáver del niño en la playa, pero en Siria bombardean colegios a diario", comenta el joven. De esta forma explica que los bombardeos envuelven el país de forma constante e indiscriminada: "Incluso bombardean funerales. En las manifestaciones de la revolución pacífica en la "primavera árabe" los manifestantes portaban los cadáveres de sus familiares fallecidos y eran hostigados en el mismo lugar".

Samer comenta el hecho que desencadenó las protestas conceptualizadas bajo el gran paraguas de la "primavera árabe": "Unos niños de un colegio escribieron una pancarta en la que advertían al presidente de que había llegado su hora. Las fuerzas se los llevaron, los secuestraron y después de arrancarle las uñas y torturarlos, los mataron y los dejaron tirados en las cunetas en sus respectivas casas". Fue entonces cuando ocurrió lo impensable en Siria: "Protestar era correr peligro seguro de muerte, pero a la gente le dejó de importar morir y salió a la calle". La lucha que advertía una pequeña luz entre la negrura se apagó meses después, cuando estalló una guerra civil "que poco importó a Europa hasta que los exiliados llamaron a su puerta".