Cientos de refugiados, probablemente más de mil, emprendieron ayer el camino a pie desde la capital húngara, Budapest, en dirección a la frontera de Austria, distante más de 200 kilómetros. El punto de partida de la marcha es la estación de trenes de Keleti, la principal de la ciudad, en cuyos alrededores estaban acampadas miles de personas en espera de poder tomar un tren hacia la república alpina o Alemania. Pero, dado que el Gobierno de Viktor Orbán impide la salida de convoyes internacionales de Keleti, cientos de refugiados decidieron ponerse en marcha. "Iremos andando, no hacemos mal a nadie, no somos criminales. Sólo quiero llegar a algún país en el que pueda terminar mis estudios", explicaba Nasir al Omar, que estudiaba Arte y Literatura en la universidad siria de Alepo.

Los jóvenes eran mayoría, pero había también familias enteras con niños y bebés. Algunos mostraban fotografías de la canciller alemana, Angela Merkel. "Si tuviera una hija, le pondría Merkel", decía uno de ellos, un kurdo que no quiso dar su nombre.

La Policía húngara facilitó la salida de la ciudad de los refugiados pactando con quienes encabezaban la marcha y cortando el tráfico en los cruces, sin que se produjeran incidentes. Más tarde, el Gobierno ofreció llevarlos en autobús hasta la frontera austriaca, aclarando que eso "no significa que puedan abandonar el país". Estamos esperando una respuesta del Gobierno austriaco", dijo el jefe de gabinete del primer ministro, Janos Lazar.

Mientras tanto, alrededor de mil personas seguían acampadas en los aledaños de Keleti, esperando que las autoridades permitan de nuevo la salida de trenes. El único que abandonó la estación el jueves con destino a Austria fue detenido antes de llegar a la frontera, en la localidad de Bicske, donde los policías conminaron a los refugiados a descender de los vagones para su traslado a un campo de acogida.

Sin embargo, medio millar de ellos se opuso y pasó la noche en el tren, detenido en la estación, informó ayer el portal "hvg". La Policía húngara informó de que los refugiados habían ofrecido "resistencia pasiva" al negarse a bajar del convoy.

Horas más tarde, según informó la agencia húngara MTI, unos 300 escaparon del tren. Uno de ellos, un paquistaní de unos 50 años, murió sobre los raíles, según informó la misma agencia citando al portavoz de los servicios de emergencia, Pál Györfi. Un grupo de unas 80 personas terminó aceptando su traslado al campo de acogida cercano a Bicske.

De ese centro de registro se fugaron ayer 64 refugiados y otros 300 lo hicieron del de Roszke, en la frontera con Serbia.

Entre tanto, el Parlamento aprobó una legislación de urgencia que define como "delito" cruzar la frontera a partir del próximo día 15. Solo por pisar territorio húngaro los refugiados sin permisos podrán ser condenados a tres años, que serán cinco si se daña la polémica alambrada o se entra armado a Hungría.