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Corbyn, asalto izquierdista al laborismo

El favorito para suceder a Ed Miliband, comparado por la prensa británica con Tsipras y Pablo Iglesias, promete dinamitar el giro centrista de Blair y la revolución liberal de Thatcher

El laborista Jeremy Corbyn, durante un mitin. // Reuters

Un izquierdista de 66 años, Jeremy Corbyn, es el principal favorito para suceder al dimitido Ed Miliband al frente del laborismo británico. Sólo la contundente derrota encajada por los socialdemócratas en las elecciones de mayo, cuando además quedaron laminados en su feudo escocés, explica este pronunciado giro a la izquierda. Una deriva que no solamente amenaza con dinamitar el giro al centro que, con el nombre de Tercera Vía, llevó a Tony Blair al poder en 1997 sino también buena parte de la revolución liberal acometida por Margaret Thatcher a partir de 1979.

Las últimas encuestas sobre las primarias laboristas dan a Corbyn el 53% de los apoyos, seguido por Andy Burham (21%) e Yvette Cooper (18%), ministros de Sanidad y Trabajo de Gordon Brown (2007-2010), sucesor de Blair y hasta la fecha último "premier" laborista. Cierra la tabla Liz Kendall (8%), la preferida del ala derecha, la más cercana a Blair y la mejor prueba de que, salvo error de los sondeos, las bases laboristas quieren aparcar el centro en un proceso que ha suscitado enorme expectación. Iniciadas el pasado 9 de junio, las inscripciones para el voto se cerraron el pasado día 12 con cifras récord: 250.000 nuevos afiliados y un total de 600.000 personas registradas para votar. Las urnas, que se abrieron el pasado día 14 no se cerrarán hasta el 10 septiembre. Los resultados se conocerán dos días después.

Crecimiento sin austeridad

Corbyn, veterano político que se opuso a la guerra de Irak en 2003, cuenta con el apoyo de los grandes sindicatos, la principal fuente de financiación laborista, y su programa es todo un manifiesto antiliberal. La nacionalización de los ferrocarriles, del gas y de la red eléctrica son algunas de sus medidas más polémicas pero no las únicas, ya que también tiene hueco para la cancelación del programa "Trident" de misiles nucleares, la gratuidad de la enseñanza universitaria y la subida de impuestos a las rentas más altas. Por no hablar, en el plano geopolítico, de la congelación de la venta de armas a Arabia Saudí, principal rival de Irán en Oriente Medio.

Todo ello, al amparo de un principio general que le acerca a los principios que llevaron al socialista Hollande a la Presidencia de Francia en 2012: crecer sin respetar la austeridad preconizada por Alemania y practicada por el actual Gobierno conservador inglés, pero manteniendo el dogma de la lucha contra el déficit. Una orientación que le ha valido muchas críticas pero que Corbyn defiende proclamando que "la austeridad es una opción política y no una necesidad económica".

Nacido en 1949, Corbyn es hijo de un ingeniero y una profesora de matemáticas. Estudió en la escuela secundaria Adams y pasó brevemente por la Universidad Politécnica de Londres, sin terminar sus estudios. Tras una etapa de voluntariado en Jamaica, trabajó en varios sindicatos hasta que en 1974 fue nombrado concejal por Haringay, un distrito del norte de Londres que alberga islas de prosperidad junto a nichos de extrema pobreza. En 1983 fue elegido diputado, escaño que ha venido renovando desde entonces. Casado en tres ocasiones, se divorció de su segunda esposa porque ella quería que su hijo fuese a un colegio privado. Actualmente está casado con la mexicana Laura Álvarez.

Aunque Corbyn tuvo que esperar hasta el último momento para conseguir los 35 avales necesarios para presentar su candidatura, su entrada en juego ha sido explosiva. El veterano laborista ha dado pie a un fenómeno que sólo se explica por su capacidad para conectar con la profunda corriente de insatisfacción generada en las bases laboristas por la suma de los cinco años de austeridad conservadora y de la incapacidad para revertirlos exhibida por Ed Miliband, el último líder laborista. Su poder de convocatoria, especialmente entre los jóvenes, es tal que sus mítines se llenan rápidamente de personas que esperan durante horas para verle y hacerse un "selfie" con él.

El programa de Corbyn es percibido por sus seguidores como el antídoto del Nuevo Laborismo de Blair, que aunque logró tres victorias consecutivas, hundió su reputación al aliarse con EE UU para invadir Irak en 2003, alegando falsas pruebas de la presencia de armas de destrucción masiva en el país entonces gobernado por el dictador Saddam Hussein.

Para sus incondicionales, Corbyn encarna los ideales socialistas que llevaron a la creación del Partido Laborista en 1900. Sólo alguien como él, sostienen, puede devolver el alma y los principios al laborismo tras el trauma de las elecciones del pasado mayo. Entonces, los conservadores, que gobernaban desde 2010 en coalición con los liberal-demócratas, se hicieron con la mayoría absoluta, a la vez que los nacionalistas del SNP borraban del mapa de Escocia a unos laboristas que tenían allí precisamente su bastión.

Aluvión de críticas

Claro está, la expectación que ha creado Corbyn le ha granjeado una lluvia de críticas dentro y fuera del laborismo. Su principal competidor, Andy Burham, sostiene que a sus proyectos les falta "credibilidad financiera y económica", y asegura que no es buena idea convertir "el laborismo en un partido de protesta". No obstante, en un intento de aprovechar el tirón de Corbyn, Burham se ha ofrecido a hacerle un hueco en su equipo en caso de ser él quien se alce con la victoria. Para la "blairiana" Kendall, Corbyn no ofrece nada bueno ya que, denuncia, "su programa es exactamente el mismo que en la década de 1980", por lo que los laboristas obtendrán lo mismo que entonces: derrotas

A Corbyn, comparado por la prensa inglesa con el griego Tsipras y con Pablo Iglesias, le llegan ataques incluso desde los grupos de presión judíos, que le tachan de antisemita por su apoyo a los palestinos. Pero sin duda, las críticas más duras le han venido del entorno del mismísimo Blair. Su exasesor Darren Murphy no duda en vocear que "los laboristas se han convertido en un club de suicidas", mientras otro antiguo consejero del exlíder laborista, John McTernan, descalifica por "imbéciles" a quienes dieron su aval a Corbyn. Hasta el propio Blair, en un signo de que la amenaza izquierdista no es tomada a la ligera, se ha unido al "todos contra Corbyn" y ha sentenciado que si el corazón de los simpatizantes laboristas está con el veterano político, sólo les queda una solución: "Hacerse un trasplante".

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