Siguiendo la hoja de ruta puesta en pie en exclusiva por su régimen dictatorial -con el apoyo exterior de Rusia, China, Irán y otras potencias menores-, el presidente sirio, Bachar al Asad, acudió ayer martes a votar en unas elecciones presidenciales a las que la mayoría de la comunidad internacional ha negado cualquier credibilidad. Las autoridades ampliaron el horario de las votaciones en cinco horas, alegando que la población acudió a los colegios en masa y no pudo hacerlo en los tiempos establecidos.

En cualquier caso, se trata de las primeras elecciones en la historia de la dictadura fundada por Hafez al Asad, padre del actual presidente, en las que el dictador no será el único candidato. Además, los comicios llegan en medio de la guerra civil que se abate sobre Siria desde hace tres años y medio.

Las elecciones fueron ayer criticados tanto por los combatientes rebeldes como por la oposición en el exilio, las potencias occidentales o los países del Golfo, por considerar que no puede haber votaciones creíbles en mitad de una contienda, puesto que en las zonas bajo control rebelde los ciudadanos no han podido votar y, además, hay millones de desplazados.

La televisión estatal mostró fotos de Al Asad depositando su voto en un colegio electoral en Damasco, acompañado por su mujer, Asma. Asimismo, ofreció imágenes de largas colas de ciudadanos a la espera de depositar sus papeletas en zonas bajo control estatal, así como a personas portando banderas nacionales y fotos del dictador.

Al Asad se enfrenta a dos rivales escasamente conocidos que recibieron el respaldo del Parlamento, controlado por el partido Baaz del mandatario. Se trata del exministro Hassan al Nouri y el parlamentario Maher Hajjar.

Mientras en las zonas gubernamentales se celebraban los comicios, la guerra seguía su curso. Al menos once personas murieron por el impacto de proyectiles de mortero disparados por brigadas rebeldes contra barrios controlados por las fuerzas gubernamentales en Alepo, la segunda ciudad del país.