Un tiroteo en un puesto de control de los rebeldes prorrusos de Donetsk, en el este de Ucrania, acabó ayer de un plumazo con el frágil intento de las partes de cumplir el acuerdo alcanzado el jueves en Ginebra entre EE UU, Rusia, la UE y Ucrania. El sábado, Kiev suspendió la fase activa de la operación contra los sublevados con el pretexto de la Pascua ortodoxa y los insurrectos accedieron a reunirse con la ex primera ministra Yulia Timoshenko.

Pero alguien decidió que esa pequeña tregua debía ser rota. Los rebeldes de la región de Donetsk acusaron al grupo ultranacionalista ucraniano Sector de Derechas de atacar el puesto de control, situado en la localidad de Slaviansk, y matar a dos civiles desarmados y a un miembro de las autodefensas prorrusas. Pero los ultraderechistas negaron su implicación, como también lo hizo la Policía de Kiev.

Con todo, los prorrusos aseguraron haberse apoderado de dos de los coches desde los que los atacantes, una decena de hombres, dispararon y haber hallado en su interior armas, explosivos y simbología del Sector de Derechas.

Otros portavoces de los rebeldes prefirieron apuntar hacia Kiev. "El Gobierno de Kiev no tiene intención de cumplir los acuerdos (de Ginebra). Los soldados no fueron retirados de Slaviansk. Se anunció que la operación seguiría y ahí está el resultado, la sangre de civiles inocentes", aseguró Serguéi Tsiplakov, unos de los líderes insurgentes.

Pero el Ministerio del Interior ucraniano rechazó estas acusaciones y negó haber desarrollado operaciones en la zona durante la madrugada. "Esta noche, en Slaviansk, aparte de elementos subversivos y criminales respaldados por unidades especiales de la Federación Rusa, no ha habido representantes de ninguna organización ucraniana", declaró el Servicio de Seguridad de Ucrania.

La reacción rusa no se hizo esperar y también apuntó hacia el Sector de Derechas. La Cancillería rusa se declaró "indignada" con el tiroteo, "provocación (...) que demuestra la falta de voluntad de las autoridades de Kiev de controlar y desarmar a los nacionalistas y extremistas".

Tras esta reacción, al autoproclamado "alcalde popular" de Slaviansk, Viacheslav Ponomariov, le faltó tiempo para pedir al presidente ruso, Vladimir Putin, que despliegue fuerzas de pacificación en las regiones orientales de Donetsk y Lugansk. No obstante lo cual, Ponomariov anunció que ya ha iniciado los contactos con los mediadores de la OSCE a quienes en Ginebra se confió la delicada tarea de negociar con los insurrectos prorrusos para que se desarmen y abandonen las sedes oficiales ocupadas desde hace dos semanas.

Además, los insurgentes de Kramatorsk se comprometieron a devolver al Ejército ucraniano todos los tanques de los que se apoderaron esta semana.

A cambio, Kiev prometió mayores competencias a las regiones, la concesión de estatus oficial a la lengua rusa, una reforma constitucional y amnistía para los rebeldes que no hayan cometido delitos graves.